Oh gran tirano: «Podrás arrancar al hombre de su país, pero nunca podrás arrancar del corazón su tierra, su país» (John Dos Passos)
Nubes, nubes y más nubes -dice la canción- nube que me vio nacer y también me vio partir. La distancia pudo más y lo mejor quedó atrás, me quedé como un niño sin jugar…
El amor a la patria en que se nace es indiscutible, ninguna otra razón es valedera ante el precio que significa alejarnos de la patria y de nuestros más caros afectos, si el objetivo no fuera el de ir tras la búsqueda de un futuro prometedor con oportunidades de trabajo, de calidad de vida, de libertad, seguridad y paz.
La única emigración (los que llegan) que a nadie en el mundo le gustaría alojar bajo su cielo es la emigración terrible, indecente y sucia de la simiente del odio terrorista que no conoce el sentimiento del amor, del respeto ni el de la compasión.
Las primeras migraciones de la humanidad corresponde al tercer milenio a de C. realizadas por Egipto a través de la franja marítima de Gaza, único paso que lo conectaba con Palestina. Fue iniciada por los faraones que iban hacia Siria y Mesopotamia.
Por el aislamiento de su situación geográfica Egipto pudo desarrollarse culturalmente sin intromisiones de fuera. Gracias a su magnífico espíritu artístico nació en ellos es espíritu narcisista que los ponía por sobre los mejores.
De las primeras emigraciones nació Israel como el «Pueblo de Dios» primer pueblo Hebreo de la historia de la humanidad, circunstancias que acaecieron más de mil años a de C. Tras los cuarenta años de huida de Egipto quedaron esculpidas en su largo caminar varias generaciones.
Con el éxodo el mundo conoció la existencia de Dios y su ardua labor de salvar a través de Moisés al pueblo y enseñarle a conocer lo que era malo y era bueno.
El éxodo o emigración ha cambiado de conciencia. Tras la violencia, la destrucción , la codicia desmedida y el odio se han creado en el interior del hombre inmensos vacíos bajo la represión de las dictaduras que surgieron después de las dos guerras mundiales que se han unido al sórdido exilio por muchos años, cuya sombra hoy más que nunca cubre el alma de quienes han tenido que huir hacia otras regiones.
Huellas infinitas saturan los caminos de creaciones que hablan por sí solas. Las generaciones hablan del potencial foráneo de los inmigrantes.
Ponerse en los pies de quien tiene que irse de su tierra, es comprender mejor el por que tiene que dejar todo lo que ama, en un país en el que se da la razón a la injusticia y se defiende la tiranía con todas las armas, aún con las más inhumanas del hambre y el dolor.
La más enriquecedora ola de inmigrantes tuvo lugar cuando Hitler llegó al poder. A. Einstein es uno de los primeros inmigrantes en momentos en el que era considerado uno de los científicos más grandes del siglo XX, igualmente fueron inmigrantes valiosos Edward Teller fisico nuclear, Niels Bohr físico danés etc. Barak Obama hijo de inmigrantes llegó a ser presidente de Estados Unidos la mayor potencia del mundo.
Los primeros inmigrantes que llegaron a nuestra América fueron los vagabundos asiáticos, luego fueron llegando pequeños grupos de vikingos. Los conquistadores llegaron a nuestras tierras fundando ciudades, trayendo los primeros esclavos africanos. De estas mezclas brotó la riqueza espiritual y la belleza física de la genética que con orgullo mostramos al mundo.
Propios e inmigrantes hicieron de Venezuela una nación prospera, rica, evolucionada, se entrelazaron las culturas, creció el país, creció el pueblo, hubo para todos, se vivía feliz, había respeto, seguridad y mucha unión.
A excepción de los últimos veintiún años de revolución, nadie podrá decir jamás que en las calles quedaron tirados sus sueños que muros o alambradas impidieron su paso hacia la oportunidad, nadie podrá decir que en Venezuela quedaron marcadas sus huellas de sufrimiento, que la angustia y la esperanza no encontraron nunca una mano amiga ni que encontró cerrado su derecho a expresar sus ideas, su pensamiento y libertades.
De un país no solo emigra lo bueno, también emigra lo malo.
El mal inmigrante terminará tal vez su vida en una onza de tierra, en una cárcel o como un paria sin posibilidades ni juventud, arruinado o regresando al muelle de dónde un día zarpó con la buena intención atada a su cuerpo, de lo que quedara solo su propia nada envejecida.
«El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance» (Isabel Allende)
Amanda Niño de Victoria