#OPINIÓN Un debate incómodo #26Ene

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Un día de este mes de enero, pensé en la frase “elecciones libres” por unas horas. Un comportamiento raro se apoderó de mi humanidad. La respiración se agitó, el ceño se me frunció automáticamente; los dientes se convirtieron en carceleros de las palabras, los labios se volvieron cómplices en el proceso, y cerrados se mantuvieron para no ser responsables de discursos sin inocencia. Hasta mis manos mutaron a puños enrojecidos, todos estos estuvieron implicados en este golpe de estado a la conciencia, agitados por esa frase tan cortica. Todos rebelados una vez más gritaban consignas: “Dictadura no cae con votos”.

Si preguntan, durante ese tiempo preferí tener contacto con personas ubicadas a ciertos metros de distancia. Evitando riesgos de alguna lesión.

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Así entendí que el mero hecho de pensar en elecciones libres se había convertido en una incomodidad, y también en una paradoja. En días recientes conmemoramos 62 años del derrocamiento del dictador militar Marcos Pérez Jiménez, y el retorno a la Democracia. Esta historia persigue hechos interesantes de estudio para entender el entramado político que logró tal victoria, la toma de decisiones de los actores disidentes del entonces, observar las posiciones de un sector político radical que asumió la lucha armada como expresión de descontento, las protestas estudiantiles y organización de partidos que actuaban en las sombras de la clandestinidad; sumada a la actuación clave de las Fuerzas Armadas. Elementos que un día se conjugaron en una sola fuerza, para enterrar a la Venezuela de Caudillos, y dar nacimiento a la República y sus instituciones.

Entonces, el voto en democracia se volvió un acto reivindicativo, el poder del demos en un papelito otorgando mandato a otros para que éstos pudieran pactar estabilidad y generar confianza a la Nación. Aterrizando en nuestro contexto actual, con crudeza entendemos que este mecanismo se convirtió en algo oscuro en nuestro imaginario colectivo, sobre todo cuando se plantea la transición a la Democracia.

Este rechazo tiene sobrados fundamentos pragmáticos en la lucha venezolana actual frente al totalitarismo, iniciando por la composición y autonomía de los poderes públicos del Estado; (Para lograr que el voto valga algo, el Estado debería existir);dirigimos la atención en quiénes integran el ente comicial CNE, la constitución del Tribunal Supremo de Justicia y el Poder Moral ante los cuales podamos ejercer alguna exigencia.

 A estos Poderes Públicos autónomos en los libros de Derecho y teoría política se les conoce por triturar despiadadamente la voluntad política de millones de ciudadanos, y con únicas habilidades sobrenaturales reviven a difuntos y los hacen expresarse en urnas electorales, adjudican en cargos de gran responsabilidad política a los que resultan vencidos en una contienda, y a los que triunfan en el mismo proceso, los convierten en perdedores de facto. Investidos de la autoridad moral que les da la ciudadanía, pero que no reconoce la mitad de ese Estado desbaratado.

Sin autonomía de estos órganos, ganar un proceso electoral ante el acorazado narcoestado militarista y socialista es un pensamiento tan lleno de ingenuidad como el de pretender salvarse de un disparo estando justo en un paredón de fusilamiento.Debemos ser realistas y decir verdades para encontrar soluciones.

Con lo expuesto anteriormente, usted querido lector pudiera pensar que lee a un abstencionista. Hecho que no corresponde con mi realidad. Pero veo con urgencia hacer la reflexión de las alternativas que nos corresponden a los ciudadanos asumir en el escenario de la participación política, aun con la desconfianza que existe.

Los esfuerzos mancomunados de países democráticos del mundo, aliados a la causa de la Libertad de nuestro territorio, apuntan a la resolución pacífica del conflicto, empleando métodos de presión contra el Terrorismo y la corrupción del régimen, concretadas en sanciones. Estos hechos  se debaten en cada estado soberano en la toma de decisiones; se descarta el uso de medios bélicos para poner fin a nuestros males.  Todos apuestan por mecanismos democráticos.

Es justicia que pensemos entonces como ciudadanos acciones que nos conduzcan a lograr la reconstrucción del Estado, para que el posible escenario electoral presidencial y parlamentario sólo sea opción en la medida de que se ofrezcan garantías de transparencia en el proceso.  Hablar de este tema es incómodo. Pero evadirlo traerá peores consecuencias.

Macarena González Machado

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