“Sírveme menos sopa, para que alcance para más” le dijo un comensal a un voluntario en una de las ollas solidarias que en las parroquias católicas se han organizado. Lo contó en la misa del domingo pasado el sacerdote, y nos ilustraba acerca de realidades que marchan más lejos y más adentro que las teorías y los discursos. Esa persona necesita comer, pero sabe que los otros también y se preocupa por ellos.
Es cierto que la crisis que vivimos los venezolanos ha despertado codicia, trampa, especulación y corrupción, típicos efectos secundarios de la escasez, las reglas incumplidas e incumplibles por equivocadas y excesivas y el poder discrecional de la autoridad sin control. Pero avispados y malandros no son la regla. Más frecuentes son ejemplos como el de la anécdota de la olla solidaria y es mucho lo que se hace desde la sociedad, en iniciativas para alimentación, medicamentos, atención médica, formación para el emprendimiento. La gente se organiza o asume nuevas tareas en organizaciones que ya tenía, para aliviar los efectos humanos de una situación ya demasiado prolongada y que afecta en casi todos los aspectos la vida de casi todos los venezolanos y lo promueve sin discriminar, sin peaje ni manipulación.
Es verdad que con políticas públicas correctas, centradas en la persona humana. Políticas responsables y promotoras de la responsabilidad, estos graves problemas tendrían menor incidencia y al presentarse, encontrarían más pronta y eficaz solución. Pero en el fondo, hay una cuestión radical, porque va a la raíz del asunto y es que la libertad sirve más para la productividad y también para la solidaridad. La libertad como ejercicio de la soberanía de cada uno y de todos. La libertad personal y social. La libertad política, económica, cultural. Y el papel del poder público nacional, estadal y local al mismo tiempo subsidiario y solidario. Subsidiario porque hace lo que los particulares no pueden hacer, regula sin estorbar, promueve sin sustituir, gestiona como servicio, no como apropiación. Solidario porque se esmera en que nadie quede atrás, relegado, excluido. Que ayuda para la autoayuda de modo que cada quien tenga su oportunidad.
La solidaridad libre es sincera y fértil, nos anima a la generosidad y la responsabilidad. La impuesta es falsa y, al revés, fomenta el egoísmo y la picardía, gemelos del abuso y la corrupción.
Ramón Guillermo Aveledo