¡No sé cómo llegamos a este punto! ¡Cuando empezamos, me ilusioné más que con Guaidó! Sin embargo, las cosas fueron cambiando poco a poco. Todo comenzó cuando entendí que mi relación no era solo contigo, sino con tu familia. Por ello permití que se vinieran a vivir con nosotros la tarjeta micro SD, el protector de pantalla, el forro, el power bank y el bolsito que compré para pasear con todos ellos. Pero no me importó. Si era el precio que debía pagar para estar contigo, lo haría con mucho gusto.
Recuerdo cuando comenzó nuestra relación. Todo fluía. Incluso había espacio para nuestros amigos. Sin embargo, lentamente me fueron llegando señales de que las cosas ya no andaban bien.
La primera fue cuando te apareció esa marquita roja. Tu humor cambió notablemente. Claro, ¡a quién no le cambia el ánimo cuando aparece el indicador de que se llenó la memoria! Comenzaste a tener unos celos que, sinceramente, sentía injustificados. Ya no me dejabas enviar correos, no podía instalar nuevas aplicaciones y comencé a alejarme de mis amigos; así como el diario Últimas Noticias se fue alejando de la realidad. Cuando chateaba con ellos, te cargabas más y más y si me enviaban una fotico… ¡la torta! ¡Me impedías verla!
Yo entiendo que necesitas tu espacio. Ahora comprendo que te debo tener en un constante estado de asfixia y hasta debes estar sufriendo de claustrofobia, pero entiende algo: Mi vida no puede girar en torno a ti. Paso toda la semana vaciándote y no me queda tiempo de ordenar la casa (y la cocina y el baño están más asquerosos que una letra del rapero Neutro Shorty).
Desde que comenzamos nuestra relación, me he puesto en un segundo plano solo por complacerte a ti. ¡Cuántas fotos de sobrinitos recién nacidos no borré porque no tenías espacio en tu vida para ellos! ¡Cuántas conversaciones de Whatsapp eliminé, solo porque te molestaban! ¡Ya basta!
En todo este tiempo, mi autoestima ha bajado al punto de que me siento un acumulador; así como los del canal A&E. No tienes espacio para una foto más, un correo más, una conversa más, una aplicación más y nuestra relación ya no es un armonioso diálogo, sino una constante negociación. Me la paso viendo qué aplicación borro, para poder instalar otra y luego borrar ésa para volver a instalar la anterior.
Ahora vivo cancelando reuniones y compromisos solo para vaciarte a ti. Y cuando quería que compartiéramos con amigos en común, siempre era un misterio y debía llevarte a escondidas para que otros no te llevaran. ¡Uno se cansa!
Por eso he llegado al punto de escribirte esta lamentable carta. Porque no eres tú… soy yo. Por eso he tomado una decisión que cambiará nuestras vidas para siempre. Una decisión que, de seguro, será por el bien de ambos: dejemos nuestra relación hasta aquí.
Disculpa que no te lo diga en persona, pero no es fácil para mí por una sencilla razón. A mi corazón ha llegado un nuevo amor y las cosas pintan mucho mejor a su lado. Sí: Me compré un nuevo teléfono. Es más joven, guarda mis secretos y en su corazón tiene mucho espacio para mí.
¡Discúlpame en verdad! Sé que es duro, pero vele el lado bueno. No estaremos separados del todo. Tu recuerdo perdurará conmigo, pues seguirá viviendo con nosotros parte de tu familia: la tarjeta micro SD, el power bank y el bolsito que compré para pasear con todos ellos.
Reuben Morales