En lo personal, me extraña y entristece mucho el deplorable paso dado por Alexis Lamazarez. Se lo acabo de confesar por teléfono, en nombre de una larga amistad.
Por conocerlo desde cuando era una juvenil promesa deportiva y por estar enterado, como todos, de los descarados métodos venales y oscuras desviaciones del infame Parra, a cuyo altar de traiciones ha ido a postrarse el diputado suplente, lamento que se pueda lanzar así, hacia donde no hay más que capas de estiércol y abismos de miserias humanas, una trayectoria política favorecida por morosas expectativas y que pudo y debió tener mejor destino. Al menos uno no cubierto, hasta el asco, de tarifadas vergüenzas.
Esto último puede ser dicho así, abiertamente, sin temor a faltar a la verdad, porque en la pública concertación para este crimen contra la fe y la decente y dolorosa resistencia de toda una nación, no hay coartada posible.
Aquí ni siquiera hay cabos sueltos ni espacio para una sola duda razonable. Cada una de las trazas de esta imperdonable fechoría está documentada, en las tantas huellas dejadas tras el maletinesco festín, y, sobre todo, en la mafiosa celebración del régimen. Es más, los buchones pero infelices alacranes hace rato están confesos. De manera que es a esto a lo que en mala hora ha decidido sumarse Lamazarez, segundo suplente de la Asamblea Nacional, servil tardío y cómplice inservible, además, porque ni la más abyecta felonía de sus ahora camaradas podrá incorporarlo a una curul que tiene asegurada la presencia de principal tan sólido como Edgar Zambrano, y un insobornable primer suplente, Guillermo Palacios.
Obviamente ambos están antes que él y no piensan hacer la gracia de jubilarse. ¿También está dispuesto Lamazarez a correr con la cuenta de lo que a ellos en su integridad pueda ocurrirles, en tiempos en los que el ilegítimo poder que Lamazarez combatió, o dijo combatir, durante más de 20 años y que no ha hecho otra cosa que tecnificar sus brutalidades, exhibe tan amplio repertorio de hamponil impunidad?.
Es de celebrar, eso sí, que la sórdida debilidad de Lamazarez no tenga réplica en Lara. Nuestra representación parlamentaria, en su conjunto, no ha faltado a la palabra empeñada, al superior compromiso adquirido con su estado, al salir electos. Lamazarez, y lo digo con sincero pesar, es apenas la peregrina y turbia excepción. Así decidió él malograr su destino.
Estupores que nos depara la vida: aquel al que una vez vimos dejar el boxeo por los ensogados no menos sangrientos de la política, aquel que tanto se desgañitó exigiendo en las atribuladas calles el rescate de la democracia y el consiguiente fin del oprobio, ha optado por estrenar temporada con los auspicios de sus golpes más bajos. Los más sucios.
José Ángel Ocanto