La Divina Pastora es el epicentro de un conjunto de actividades que congregan a una multitudinaria feligresía en la procesión de cada 14 de enero. Constituye ante todo una expresión del arte religioso a una imagen simbólica connotativa de Dios a la que los larenses rinden culto. Ello más las prácticas culturales y turísticas que concitan su movilización con la participación de más de 2 millones de personas.
Una procesión tiene diversos momentos que la hacen temporal. Es lo que el pintor Armando Villalón registra con su pincel desde que le suplicó a la virgen intercediera a favor de la salud de su esposa sumando unas 19 obras pictóricas en distintos formatos.
Lo que el artista recoge en estas obras son las imágenes de una mujer que no tiene nada de neófita y no se queda entre las cuales paredes del templo. Por el contrario, cada 14 de enero sale a la calle al encuentro con un sufrido pueblo necesitado de aliento espiritual para sobrevivir en este valle de lágrimas.
De tal manera que Villalón se pliega al pintor español Miguel Alonzo de Tovar perteneciente a la denominada escuela sevillana. Éste es el primero,el año 1703, en la ciudad de Sevilla, en llevar al lienzo su imagen por pedido del padre capuchino Isidoro.
El deslumbrante color blanco
La suya es pintura de reverencia en la cual se reitera el acto de la tradicional procesión de la excelsa patrona del estado Lara por medio del predominio simbólico del color blanco que representa paz, armonía, convivencia, pureza, humildad y convivencia.
El blanco es sin embargo acromático con claridad máxima y oscuridad nula portador de una alta concentración de luz. Villalón lo usa en la totalidad de la obra por la vía de la degradación en la que domina a lo que denomina brumas.
Así desliza una sugerente y bella poética que subyuga al espectador más desprevenido en espacios ordenados por ese dominio de la composición. Ese color blanco es empleado de exprofeso por el artista No es un invento expresionista pues la bruma forma parte del paisaje del Valle del Turbio lo cual proyecta en su obra.
Es una muestra de la lealtad y gratitud a la realidad del paisaje cuando en el mundo ocurre todo lo contrario. Ello reafirma el sello definidor de su estilo impresionista de influencia española. Ese ambiente de recogimiento místico. oraciones, plegarias, que se capta de inmediato gracias a la habilidad resolutiva del pintor.
El rojo también
En contraste con el blanco, el rojo es otro color que resalta en estas obras siendo constante en la sotana del sacerdote. Por la fuerte, simbólicamente representa el martirio y muerte de Jesucristo. Cabe destacar que en poesía el cumanés José Antonio Ramos Sucre lo usa en algunos de sus poemas de corte místico en los cuales alude a los monjes, el Papa León XIII y la Iglesia Católica. Lo realiza por conducto del color rojo como una metáfora literaria con intensa fuerza para manifestar el dolor que lo embarga y el de un mundo con el que estableció una tormentosa relación.
Ese viene a ser el valor comunicacional de los colores tanto en la plástica como en la poesía que en Villalón se cumple cabalmente.
La perpetuación de lo fugaz
De esa forma el pintor torna perpetuo lo instantáneo del variado movimiento de la procesión por medio de un paulatino y tenso dinamismo. Así la imagen de la virgen ocupa el mayor poder visual bien sea desde la izquierda o la derecha. Su posición en el cuadro obliga a buscarla en el conjunto para captar los detalles que la conforman siendo el signo visual principal, vale decir el centro de atención. Este es un mensaje denotativo.
Mientras que la comunicación connotativa (oculta) asalta la mente del espectador de manera sugerente según el sentido a que se dirige. A nuestro entender logra contagiarnos el olor del incienso y velas, el sonido de las campanas, fuegos artificiales, cantos oraciones y plegarias u otros.
Una procesión atípica
En esta serie sobre la Divina Pastora la misma siempre aparece en segundo plano como suspendida en el limbo. Pocas veces se le observa en el nicho sino más bien en un lecho de flores que desde luego rompe con los usos y costumbres de la procesión y conforma la intención del autor de pintarla diferente.
Estamos además ante unas procesiones de escasa concurrencia de feligreses y no las masivas que reúnen hasta más de 2 millones de devotos. Da la impresión de que se trata de una procesión de un caserío durante la celebración de unas fiestas patronales propio de una sociedad tradicional o también un rosario popular de la Edad Media, pero no de una sociedad de masas en donde es abrumadora la participación de los fieles.Se trata de un elemento sociológico a tomar en cuenta en estas creaciones.
Así pues, en el mural de la calle 22 con avenida Venezuela se produce una aparición milagrosa ante un grupo de campesinos que maravillados vuelcan su mirada al cielo momento que Villalón refleja fielmente.
La imagen está alzada como en vuelo en una atmósfera clara por la intensa luz solar que le confiere un atrayente impresionismo y majestuosidad. Se trata de una escena muy expresiva por los gestos de los feligreses entre estos las manos juntas en señal de oración en medio de un cielo despejado con nubes amarillas y rojizas lo que sucede según la hora del día o en todo caso es obra de la imaginación del autor. Un color cálido como el amarillo domina ampliamente el espacio del mural con lo cual atrapa la atención del espectador callejero. Un hecho muy realista que refleja un color del entorno captado por el artista.
Minimalismo plástico
Una obra planteada de esa manera se corresponde con la corriente artística del minimalismo surgida luego dela Segunda Guerra mundial en Europa. Una pintura monocromática, esquemática y sintética con pocos motivos y despojada de adornos con lo cual se logra captar el interés del espectador.
La simplificación de la obra pictórica sin el recargo barroco movido por lo urgente, es una característica de ese movimiento de la plástica al cual de hecho creemos se adhiere Armando Villalón.
Ese reduccionismo de motivos en el cuadro identifica a Villalón con este tipo de plástica. Por ende, logra plenamente su cometido cuando se trata de transmitir un contenido denotativo en estas valiosas producciones.
El lado filosófico
Ese afán de realizar arte religioso no es común actualmente en este mundo convulso y cuestionador de todo donde falla la comunicación humana, pese a la instantaneidad de las redes sociales. Máxime que son constantes las dudas, suplicas y recriminaciones a esa suprema energía e inteligencia creadora que todas las religiones coinciden en llamar Dios. Un hecho que raya en el nihilismo y hasta la blasfemia.
Ésta es la expresión de la fe de un hombre agradecido que se vale del arte para evidenciarlo.Su fe en la imagen es inmensa estando entre sus frecuentes expresiones: “que le vaya bien, con Dios y la Divina Pastora”.
Todo eso prevalido en variadas claves como se aprecia en los primigenios bodegones, antes de su consagración, en los cuales es reiterativa la taza en la mesa donde su madre servía a diario los alimentos. Un hecho que el artista convirtió en historia inolvidable pese a lo menudo.
Estas obras son un acercamiento desde la pintura a las corrientes filosóficas de la metafísica e idealismo contrarias al movimiento de la dialéctica.El culto mariano a la divina mujer que, aunque parezca una ingenuidad, aparta al hombre del camino del pecado por sus oportunas advertencias.
También el aporte de un excelente arte que nos reencuentra con aquel hombre crucificado en El Gólgota junto al mal ladrón. Ese ser despreciado que le pidió al Salvador de la humanidad lo tuviera presente en la otra vida.
Por esos senderos se despliega la obra de este talentoso barquisimetano que ha convertido el arte de la pintura en la suprema razón de vida. Una obra con la marca de la originalidad de un artista formado en el estudio autodidacto que le otorga mayores valores.