Abel todos los días mira por su ventana la inmensa estructura metálica que le recuerda a Barquisimeto la protección que le brinda La Divina Pastora. Ella siempre está allí para él, con cielo claro o encapotado, entre las cortinas de la lluvia o iluminada y nítida por los rayos del sol, consolando olvidos o festejando escritos y lecturas pero siempre despejando sombras, ella nunca abandona la ventana.
Para corresponder a esta compañía consecuente y amorosa Abel le toma fotos casi a diario, conversa con ella de su vida y cuando se asoman melancolías su amiga le recuerda sus éxitos y como su trayectoria es valorada con aprecio y respeto por miles de personas, entonces el toma su cámara y selecciona el mejor ángulo para guardar en su archivo espiritual el místico momento de la bondadosa protección.
Son centenares las fotos y comparte algunas cuando siente que los entornos virtuales, asfixiados por la desesperanza, requieren la presencia tutelar de la divina madre. Su galería privada es inmensa y se ha paseado por la idea de realizar una exposición con una parte de ellas, pero todo eso puede esperar porque las urgencias de Abel están centradas en buscar la manera de hacer más concreta y productiva su participación en los procesos políticos que faciliten un cambio definitivo en la conducción del país. De eso también conversa a ratos largos con La Divina Pastora, quién le pide paciencia y oración.
A pocas horas de la procesión del 14 de Enero, durante una conversación con la Virgen en la cual sintió que su preocupación por el país era como una chispa que necesitaba convertirse en flama, decidió que recorrería todo el trayecto, que caminaría desde Santa Rosa a Catedral, como una ofrenda a su protectora de todos los días y también como la ratificación de un compromiso personal de lucha que ni el silencio público ni la distancia con los escenarios de vanguardia habían logrado disminuir en intensidad.
Al oír la homilía del Obispo Víctor Hugo Basabe supo que había iniciado un recorrido triunfal hacia verdades que estaban en latencia pero que la fe y la sinergia colectiva empujaban a los terrenos de la retadora realidad. Se acopló a la marcha rugiente de la multitud, sus pasos se acompasaron con el ritmo de avance de la sagrada imagen. De pronto, en determinado momento sintió que una corriente interna y autónoma se movía dentro del río de personas del que formaba parte. Era el joven líder que con entusiasmo regenerador se hacía presente para dar testimonio de fidelidad a La Divina Pastora y confundido con toda la feligresía producía remolinos de gente a su alrededor.
Abel fue penetrado en esos instantes por la seguridad absoluta de que la unión de la energía mística de la procesión y la fuerza juvenil del Presidente Encargado se habían consumado y le surgió de lo profundo de su alma una pregunta, como ayudo a que este cambio tan anhelado se produzca lo más pronto posible. La respuesta le vino de forma casi inmediata, era la voz tantas veces escuchada en sus conversaciones desde la ventana de su hogar.
Así le habló la Virgen: «Los políticos y los periodistas le hablan al pueblo como si la gente estuviera siempre en una gran concentración, como si todos los oyentes o lectores estuvieran siempre en un mitin virtual. Hablan de cifras y promesas incumplidas, su discurso es repetitivo y generalizado. Fíjate, la mayoría de quienes me honran y acompañan en esta procesión tienen cada uno una motivación muy personal pero al unir sus plegarias conforman un ejército de fieles que crean una energía tan grande que retorna a cada quien convertida en sanación y esperanza. Así tienen que proceder con los mensajes que lleven al pueblo. Tienen que llegarle al corazón de todos quienes sufren a consecuencia de las grandes carencias, tienen que acercarse al dolor de sus semejantes con sensibilidad de amigos y no como líderes salvadores. Es sencillo y complicado al mismo tiempo, el secreto para hacerlo es la humildad.”
Abel comprendió y quiere compartir este mensaje con todos sus amigos demócratas. Dios con nosotros.
Jorge Euclides Ramírez