A LAS DOS DE LA TARDE del 24 de enero de 1848, llegó el Dr. Tomas Sanabria, Secretario (Ministro) de Relaciones Interiores, a la sede el Congreso Nacional, ubicado en el antiguo Convento de San Francisco, hoy
Palacio de las Academias. Traía un pliego contentivo del mensaje del general José Tadeo Monagas, recién elegido presidente de la República para el periodo 1847-1851.
Para evitar las ya anunciadas alteraciones del orden público, los diputados conservadores, instruyeron al coronel Guillermo Smith, para que se encargara de la seguridad de los parlamentarios e instalaciones, pero pese a eso, ocurre lo inevitable.
Una vez presentado el mensaje, el grupo de diputados conservadores impidieron que Sanabria saliera del recinto como también les cerraron el paso a los secretarios de Hacienda; Guerra y Marina; y de Exteriores.
Especulación fatídica
En las afueras del convento franciscano, unas mil personas afectas al liberalismo, exigieron la inmediata liberación de los funcionarios secuestrados. Todo fue confusión y rumores.
Y mientras los ánimos de la muchedumbre se avivaron, los conservadores calcularon que Monagas disolvería el Congreso para evitar el juicio que se urdía en su contra por traición a la patria y manejo doloso.
Entre el forcejeo y los golpes iniciales en la puerta del convento, los milicianos Pedro Pablo Azpúrua y Juan Maldonado, defensores del Congreso, fallecieron. Un guardia accionó su arma e hirió de al capitán Miguel Riverol y luego al sastre Juan Maldonado.
Entre el desconcierto, varios diputados liberales, saltaron por los balcones y ventanas, algunos se asilaron en las legaciones diplomáticas, otros se embarcaron en La Guaira con destino a Curazao.
Aquella fatídica tarde, también fue herido por arma blanca el coronel Smith y mueren apuñalados los diputados Juan Vicente Salas, Juan García y Francisco García Argotte. El tumulto asesinó a Julián García, quien comenzó a disparar entre la multitud. Otro que sufrió fatal destino fue el doctor
Manuel Alemán.
La Constitución sirve para todo
Cuando Monagas se enteró de lo ocurrido, se apersonó a la sede del congreso en donde fue recibido con vítores y aplausos de la multitud; y luego de conversar con algunos de sus partidarios, se trasladó a la legación inglesa, para persuadir a algunos parlamentarios de retornar al
parlamento.
Increpó también a otro emisario para que buscara al diputado Toro, y lo obligara a presentarse en la sesión, pero la dignidad de este parlamentario estuvo por encima de los intereses personales y es cuando lanza al déspota la lapidaria expresión registrada para la posteridad: “Dígale a Monagas, que mi cadáver lo pueden llevar, pero Fermín Toro, no se prostituye”.
A consecuencia de las heridas recibidas durante el “Fusilamiento del Congreso”, el diputado Santos Michelena, falleció el 12 de marzo. Era conocido como un excepcional político, economista, diplomático. Autor de las positivas negociaciones fronterizas con Colombia, mediante el
Tratado Pombo- Michelena.
En el infame acontecimiento del 24 de enero de 1848, hubo un fatal desenlace con que registró ocho personas asesinadas, de los cuales, tres diputados conservadores y uno liberal. Inmediatamente Monagas y sus tropas restablecieron el orden e impusieron la actividad parlamentaria, recibiendo poderes extraordinarios, lo que le aseguró, a él y a su hermano José Gregorio, la alternación en el poder por once años, periodo conocido como “el Monagato”.
Aquel Congreso sancionó la Ley del 14 de marzo de 1849, con lo cual el presidente Monagas declaró el 24 de enero de cada año, junto con el 5 de julio, “grandes días de la Independencia y de la Libertad de los venezolanos”, y expresó con sarcasmo: “La Constitución sirve para todo”.