#OPINIÓN Por la puerta del sol (54): Ser o no ser… #4Ene

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Atrás quedó el año viejo con sus cargas, con sus penas y alegrias. De nuevo regresamos a la vida cotidiana esperanzados y fortificados, con nuevas reflexiones y porpósitos mentales.

Amanece un nuevo año, un nuevo día, unos se fueron, otros se quedaron, atrás quedó el bullicio, la celebración y también los abrazos y los adioses.

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Regresamos a la rutina, a la lucha, al corre corre diario. La casa, el trabajo, la calle, la gente, los planes y deberes regresan a nosotros como medios idóneos que nos van grabando en la mente circunstancias, ruidos, voces y motivos que nos acercan a todo aquello que vivimos a diario y llegan a nosotros sin buscarlos ni esperarlos. Es un hecho que cada día nos tropezamos con algo nuevo que entretiene nuestro territorio personal, lo contraría, lo alegra o satura de estrés, la paciencia es puesta a prueba y también la voluntad.

Todo esto forma parte de la vida, lo importante es no dejarse desanimar por los aconteceres. La vida como las cosas y lo que en ella ocurre son esa espera que de tanto encontrarla, un buen día nos pone atentos y despierta el espíritu. De todo lo que nos acontece en este misterioso universo llega un momento en el que empezamos a entender y a escuchar los mensajes sublimes que llegan a través del camino y las voces que nos dicen que más que lo que nos ocurre, es necesario ver más allá, poner atención a cada cosa, al semáforo y al que se nos atraviesa y nos obliga a frenar, a detenernos, a veces nada de esto nos afecta, otras ocasiones nos enfurecemos. Son pruebas a las que estamos expuestos día a día. La mente es libre de actuar, de dedicarse a pensar, a enfocarse en las coas o a dejarlas pasar.

El ser humano cuenta con sus demonios y ángeles que lleva internamente. Es aquí donde con nuestras actitudes demostramos cual es la fuerza que nos domina.

El yo superior representa en el ser humano los valores morales y culturales. De allí parte la razón de quienes se dedican a la violencia a la opresión, al rencor o a la venganza son seres que obviamente antes de obrar jamás contactan con su yo superior. Si algún contacto hacen, es con aquellos iguales a él o a entidades espirituales dedicadas al mal.

Contamos con el libre albedrío de elegir el bien o el mal. De nuestro libre albedrío depende el despertar de quien elijamos ser.

El ser humano es portador de un gran anhelo de belleza y perfección. Desea que el mundo lo vea bello y triunfador por sobre los demás, sueño que no todos logran ver realizado. Quien lo logre debe luchar contra los zumos de grandeza y sus demonios. Hay seres que siendo feos sus obras lo embellecen, hay bellezas que todo lo que tocan dañan.

Lo malo, los complejos, los sufrimientos y conflictos internos repercuten en el organigrama, he allí la razón del por qué de la aparición de raras enfermedades. De nada valen los esfuerzos de la ciencia por quitar del mundo las epidemias, el cáncer, la peste, enfermedades mortales y sus terribles consecuencias sobre el cuerpo. De nada valen los esfuerzos por salvar las parte física del hombre si su espíritu es un caos perenne de odios, de miedos, de conflictos y depresiones. Todo esto debería llevarnos a profundas meditaciones.

El organismo tiene la capacidad de distinguir nuestros abusos y deficiencias, sabe reclamar sus necesidades, el cuerpo advierte lanzando sus señales cuando algo anda mal. Pensar consientemente sobre lo que hacemos con nosotros, es la clave para no caer en los excesos de la ambición, de la angustia, del estrés, de la inactividad, de la envidia, del odio y de la depresión.

No podemos llevar el peso de nuestra cruz hacia los otros que ya llevan el insoportable peso de su cruz a cuestas.
Uno de los grandes defectos del hombre actual es el de llevar a la cama cada noche sus pensamientos fúnebres, sus fracasos, sus crisis, tristezas y penas del día.

La tierra es más que un valle de lágrimas y sufrimientos. Es alegría, es placer, belleza natural, es la oportunidad de ser felices con lo poco o mucho que Dios nos da.
Los representantes de la iglesia dicen repetidamente que para ir al cielo es necesario sufrir, Jesús vivió su vida feliz, asumiendo consecuente su destino hasta el Gólgota. Amó y fue amado, supo agradecer todo lo que llegaba a su vida.

En todos los campos de la existencia humana el fanatismo es la peor llaga de la fe en Dios.
En lineas generales vale la pena afirmar que cuerpo de mente sana funciona mejor y obviamente se halla en disposición más favorable para mantener el espíritu a flote, feliz y calmado.

Cada época es forjada de nuevas ilusiones. en esta Venezuela en que habitamos, algunos han perdido la esperanza de tener un país alentado por una paz verdadera y duradera, por la reconciliación de todos y el abrazo hermano que la intolerancia en odio convirtió, se ha perdido la sensación de equilibrio político, de solidez económica, de igualdad jurídica y respeto a los derechos humanos.

En medio de tantos sin sabores hemos aprendido que la paciencia tiene su tiempo de espera, que la fe reanima, que Dios en su momento hará presencia en este mundo de bárbaros caciquistas.

El viento lleva muchos años soplando en contra. Hemos sufrido, es cierto, a pesar de esto la vida sigue y hay que cuidarla y defenderla, seguimos disfrutando los pocos momentos que la vida nos regala, defendamos la salud física y mental, dejemos atrás el humo de las quemas del odio político, el sudor de los miedos, salvémonos del extravío, sigamos abrigando los sueños, sigamos en la lucha, conservemos la sonrisa, creamos en Dios, su misericordia y su justicia.

Renace la fe, llegó enero, regresa la esperanza, los montes duermen, se despierta el cocuyo, alumbra un nuevo año.

Sigamos caminando por los senderos con la esperanza de que se aclaren los caminos, que luzcan mas las vidas que los muertos, que regrese el pan bien hecho a la mesa, que entre la libertad a nuestras casas, que el pueblo vuelva a estrechar sus manos, que la paz vuelva a ser blancura, que el amor rompa los grilletes del odio y la opresión, que puedan todos decir que son hijos de los héroes, que en lugar de la sangre en las calles y senderos nazcan flores y corra libre el agua de la vida.

Hemos perdido mucho en veintiún años, es hora de ganar en patria, en libertad y en salud.

Amanda Niño de Victoria

[email protected]

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