Cuando se aproximan los últimos días del año, es una afición revisar la lista de metas cumplidas y las que quedaron en el camino de las buenas intenciones. Muchos celebran el haber obtenido los éxitos laborales y académicos esperados, viajes obtenidos, negocios en crecimiento. A otros personajes con intereses distintos,los remordimientos les sacuden gavetas en la memoria, recuerdan la dieta alimenticia que nunca siguieron, concluye el año, los mismos kilogramos de siempre acompañando la osamenta. No sólo les pesan los kilogramos en su humanidad, si no también pareciera que les pesan los mismos en el compartimiento de la memoria donde se almacena la voluntad.
Entonces, en este proceso autocrítico y reflexivo que hacemos, (si es que lo hacemos), la memoria nos empieza a fallar. 365 días en un cuento que editamos a placer. Podemos mentirnos o decirnos la verdad, según la conveniencia del recuerdo.
Confieso que me tomé una hora para mirar los hechos ocurridos en Venezuela el año 2019. En esta tarea usé internet, aprovechando las horas del precario servicio eléctrico proporcionado por la Revolución; y pensando que me las sabía todas, por existir de manera aparentemente “consciente” esos años, me di cuenta del tamaño de mi equivocación; casi padeciendo de la peste del olvido (en el imaginario del Premio Nobel en Literatura, Gabriel García Márquez) llegué a creer que no estaba ocurriendo nada.
Me adentré en la lectura de los hechos, como si estuviera estudiando la historia de un país ajeno al nuestro; entonces, repasé para recordar todos los detalles de nuestras acciones políticas desde la muerte del autócrata Hugo Chávez en el 2013, hasta llegar al 2019.
Resultados: imposible resumir en estos párrafos la lucha contra el poder. (sería objeto de otros artículos) Tal ejercicio de curiosidad de “niña terrible”, me llevó sentir la seguridad de que nuestros pasos hacia la Libertad habían pasado de la adolescencia a un estado de madurez. Ni el Socialismo del siglo XXI ha sido tan evidente para develar el peligro que representa para las democracias del mundo, ni la disidencia venezolana al proceso ha sido tan torpe como se le ha pintado. (Con las criticas merecidas, recuerdo a mis amigos andinos: no es fácil peinar al león)
El 2019 inició con una incógnita: ¿cómo ponerle presidente a un país que se había quedado sin uno legítimo? Maduro proclamado bajo una fraudulenta elección sin votantes. Desconocida por la nación y por los países democráticos del mundo. Los primeros días de enero no auguraban un camino certero. El consenso político llevó a la Presidencia de la Asamblea Nacional a un joven ingeniero. Juan Guaidó.
Seguidamente empezaron los debates;una cosa era imaginar el poético texto constitucional, cuyo articulado dispone mecanismos a realizar, y otra muy distinta materializarlos. El debate del “Vacío de Poder” vs la “Usurpación”, el llamado a elecciones presidenciales en 30 días. Vivimos un hecho sin precedentes. Nadie esperó que Guaidó se juramentara Presidente Encargado de la República, frente a multitudes, para abrir paso en el perverso juego del poder frente al mismo monstruo que le cobró la vida a su creador.
De la nada, estableció una ruta: Cese de Usurpación, Gobierno de Transición y elecciones libres.No fue su única voluntad. En el transcurso de los meses, 60 países democráticos desconocieron al régimen que había tenido un intachable récord de apoyos. Se intensificó la crisis política. Fueron sancionados un listado de altos representantes del madurismo, congelando sus activos. También inició la ruptura comercial de los países democráticos frente a la dictadura venezolana. En el camino hubo hechos claves que reconocieron la crisis humanitaria en Venezuela, naciones destinaron ayudas a misiones de organismos internacionales en las fronteras, dedicadas a asistir la situación de nuestros refugiados; aunado al intento fallido de la entrada de ayuda humanitaria para los venezolanos más necesitados.
Se mantuvieron manifestaciones masivas en todo el territorio nacional, el madurismo sin solidaridad en las calles, salvo las que las FANB; FAES o los esbirros colectivos profesaban. La AN aprobó un conjunto de leyes para dar forma a una transición en estado de construcción y limitar los abusos de poder; también el Ingreso al TIAR y la aprobatoria del mismo para sancionar y capturar a funcionarios del régimen con el consenso de 16 de los 18 países firmantes de la OEA; fue recuperado parte del patrimonio de la República dispuesto en bancos norteamericanos.
Los últimos meses del año fueron desconcertantes. El régimen no entregó como muchos creían que ocurriría. Ni el alto mando militar asumió defender la soberanía nacional restableciendo el orden del Estado; ni los “yankees invadieron” o alguna otra nación envió sus soldados a rescatarnos del desastre… ¡ni hablar de la economía!. Hoy desconocemos el presupuesto de la nación para el año 2020. Ni tenemos datos oficiales del Banco Central de Venezuela para imaginarnos qué hacer. Es una realidad, se empobrecen nuestros hogares. Son los obstáculos que tenemos.
Mas allá de los remordimientos que ocasionan el incumplimiento de metas en las gavetas de las memorias de muchos, sería injusto sentir alguno en una lista de acciones inesperadas. El 2019 fue un año donde los protagonistas fuimos los ciudadanos. ¿Será necesario tatuarnos eso en la piel para recordarlo? (imitando al protagonista de la película “Memento”). Si sufrimos de amnesia, escribo para nuestros recuerdos: Tuvimos logros. Arrinconamos a los verdugos. ¿Podemos ser mejores? SI. No nos detengamos. Sigamos escribiendo la historia.
Haré mi lista de acciones cargada de buenas expectativas para este próximo 2020. Necesito un checklist de buenos recuerdos en las gavetas de mi memoria. ¡Persistamos y que Dios y la Divina Pastora nos acompañen! ¡Feliz año para todos!
Macarena González Machado