Puedo decir que Pedro Nikken quien falleció el pasado martes 10 en Caracas, la ciudad que lo vio nacer. Diría la verdad y diría poco, mucho menos de lo que merece su trayectoria limpia y digna de servidor a ideales concretos para hacer mejor la vida de las personas. Por eso les contaré de mis motivos que tuvo mi afecto por él y que tiene y tendrá mi recuerdo agradecido y comprometido.
Abogado por la UCAB, diplomado por Paris II, Doctor por Carabobo, Decano de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central. Magistrado y Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Académico de las Ciencias Políticas y Sociales, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires. Era hombre de Derecho, por ser un hombre de justicia.
Autor de libros fundamentales que contribuyeron a la solidez de la doctrina de defensa de los Derechos Humanos que fue para él una causa sentida sinceramente. Fue uno de los venezolanos más prestigiosos y respetados internacionalmente en ese campo cada vez más decisivo. Él lo concebía, sencillamente, como la defensa de la persona humana.
Asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores, actor fundamental en las negociaciones del proceso de paz en El Salvador. Creyó en la paz como fruto del entendimiento entre los que siendo iguales en su naturaleza y en su dignidad, pueden ser distintos en sus ideas o sus intereses.
Su cristianismo sentido de católico libre y solidario, ajeno a la pose, era cosa de adentro, profunda. Por eso le brotaba naturalmente, a flor de piel. Un cristianismo personal y social, como la idea de justicia a la que rindió culto activo. Por eso incursionó en la política, como dirigente juvenil socialcristiano. Después se encaminó a la vida académica y la profesional, con tareas importantes en la diplomacia. Nunca dejó de servir ni quiso encerrarse en la indiferencia. Sintió siempre por la política un respeto hondo que se evidenciaba tanto en su comprensión como en sus críticas.
Ciudadano incansable, creyó hasta el último día en la posibilidad de una Venezuela plural, libre, justa, capaz de la convivencia y del progreso. Creyó en el voto como instrumento poderoso, aún en las circunstancias más adversas. Hijo de inmigrante y de criolla, amó a esta patria que sabía de todos y le sirvió con lealtad.
Nos hará falta.
Ramón Guillermo Aveledo