En medio de la algarabía, el bullicio en las tiendas y el frenesí de la hora pico, los estadounidenses asimilaron el momento en el que Donald Trump se convirtió en apenas en el tercer mandatario en quedar marcado por un juicio político, la más grave de las imputaciones políticas en la Constitución.
Dependiendo de a quien se le pregunte en este país profundamente polarizado, los estadounidenses vieron la votación del miércoles en la noche en la Cámara de Representantes como una expresión justa del documento fundador de la nación, o como una flagrante distorsión de la carta magna. Para algunos, Trump está recibiendo su merecido y para otros está siendo víctima de una cacería de brujas.
Estos estadounidenses reflejan el gran divisionismo expuesto en las encuestas sobre si Trump debería ser destituido. Todas las partes podrían coincidir con Mark McQueen, empleado del gobierno estatal en Tallahassee, Florida, en que “las tensiones son altas en todo el país”.