Cuando Juan Guaidó anunció que el 5 de enero se comenzará la segunda fase del cese a la usurpación, está planteando que el relanzamiento de esa consigna tiene la intención de seguir propulsando la presión internacional contra el régimen y las sanciones contra los funcionarios corruptos y los violadores de los Derechos Humanos, así como el fortalecimiento de las fuerzas que conforman la unidad democrática venezolana.
Al formular tal declaración el diputado Alfonso Marquina, de la bancada larense de oposición, dijo que en este momento el 80 por ciento de los venezolanos confía plenamente en la Asamblea Nacional y en Guaidó.
Pero, reconoció que hay un grupo importante que en medio de la angustia y la desesperación que ocasiona la crisis económica y social, ve que la salida a esta situación va muy lenta.
Porque mientras la velocidad de esa crisis es de 200 kilómetros por segundo, la de la diplomática y política es de apenas 20 kilómetros por minuto, lo que ocasiona cierto escepticismo.
Tenemos que explicar que los caminos democráticos no son tan rápidos como es lo deseable cuando se presentan crisis tan crueles, que están apuntaladas por la rigurosidad de regímenes dictatoriales.
Las salidas de un día para otro, no son democráticas, por cuanto son específicas de los golpes de estado y sólo son dadas por los militares y bien sabemos que hay militares, sobre todo en la cúpula, que hacen negocios indebidos porque están comprometidos con el régimen.
No podemos avalar una salida rápida, de cambiar una dictadura de izquierda por una de derecha, que será tan oprobiosa como la presente.
Los demócratas estamos seguros que esto va a tener un final feliz para el pueblo de Venezuela.
No puedo decir cuántos días le quedan al régimen, pero cada día que pasa es uno menos para la dictadura que pisotea la dignidad de los venezolanos.
Más temprano que tarde saldrá el acuerdo político, que nos permitirá tener al fin unas elecciones verdaderamente libres, transparentes y confiables.