Las elecciones, en condiciones que estimulen la participación de todos y la aceptación de sus resultados por parte de todos, ofrecen el camino más venezolano de solución a la crisis venezolana, por motivos de historia y cultura política. Porque la solución no está en manos ajenas ni manu militari. Para devolver a los venezolanos el protagonismo.
Cuando la crisis venezolana se agrava y las perspectivas de solución lucen estancadas, la gente se decepciona, pierde confianza en el liderazgo y se siente débil ante lo abrumador de los problemas que lo afectan y espera por una solución externa a la sociedad, alimentando así a la crisis misma. Los venezolanos sentimos que todo empeora. Una sensación de estancamiento contribuye a percibir con pesimismo el desenlace.
El juego trancado no se resuelve por la fuerza. La oposición política, en ninguna de sus expresiones, no tiene la fuerza con poder coercitivo. El grupo en el poder tiene la de la represión, pero es débil en todo lo demás e impotente ante los problemas reales y sus causas. Cunde la idea de que “Gobierno y oposición no se ponen de acuerdo”. La negociación política es indispensable y sin embargo, muchos desconfían, por experiencia y porque en una negociación hay que estar dispuesto a ceder y cumplir lo acordado. A la negociación, la oposición no le tiene fe y el poder no la ve necesaria. El resultado es una crisis que empeora y que a este paso se le irá de las manos a todos los actores.
El liderazgo debe ofrecer al pueblo venezolano un camino. Para eso está. Ese es el camino electoral, no como treta para burlar su legítima aspiración de cambio, sino como posibilidad de resolver nuestras diferencias y superar nuestros problemas en el marco de la democracia y el derecho.
La elección de Asamblea Nacional corresponde constitucionalmente en 2020 y hay que hacerla y hacerla bien, pero ella sola no resuelve la crisis. Hace falta una elección presidencial en condiciones de libertad y confiabilidad.
Pero elecciones ¿Para qué?
Para que la situación política con graves consecuencias sociales y económicas pueda resolverse en paz, dentro de la constitucionalidad y de un modo aceptable para todos y se abra el camino para que los venezolanos dejemos atrás la destrucción y el sufrimiento.
Para que exista un marco institucional donde el ciudadano venezolano pueda defender sus derechos, así como, reclamar y participar en la solución de los terribles problemas que le causan angustia y empobrecen su vida.
Las elecciones por sí solas no son la solución de la crisis, pero si se celebran en un marco aceptable y confiable para todos, abren la puerta para que ésta solución pueda producirse.
Este camino tiene ante sí obstáculos imposibles de subestimar. La magnitud del reto y de los peligros implícitos en no afrontarlo con éxito, nos obligan a todos a un inmenso y decisivo esfuerzo nacional. Es decir, a todos de verdad.
Ramón Guillermo Aveledo