“Venezuela quiere paz”, leo en un metrobus en un lluvioso mediodía caraqueño y estoy de acuerdo. Es el deseo de la mayoría de los venezolanos. Mayoría, por cierto que también quiere que las cosas cambien, porque está inconforme con esta crisis que empobrece su vida y que ya va demasiado larga. Cambio que aspira sea democrático y pacífico, mediante elecciones libres, limpias, justas. Que se pongan de acuerdo para abrir esa vía es su reclamo al liderazgo oficialista y opositor. Pero le cuesta creer que esto sea posible.
El letrero en la unidad de transporte colectivo, de esa proporción reducida que aún funciona, y no por causa del “fascismo” sino por la escasez y el precio de los repuestos y por la hiperinflación que ataca a conductores y pasajeros, no es un grafitti. Es una consigna gubernamental. Porque al poder le gusta identificarse con la paz, cuyos “enemigos” serían los que se atreven a plantear una alternativa.
La “paz” oficial es la de la imposición y el aguante callado. La de las cadenas de radio y TV constantes para uso sectario y agresión o amenaza contra toda expresión independiente o crítica. Sea política o social, empresarial o académica, civil o militar. Son los medios públicos privatizados a favor de los ocupantes del poder y los medios privados y comunicadores perseguidos o censurados. El Colegio Nacional de Periodistas hizo recientemente un retrato actualizado de acosos y violaciones. Asamblea Nacional impedida de ejercer sus deberes constitucionales de representación, legislación y control, con un “desacato” inventado. Atropellos reiterados a la inmunidad parlamentaria. Partidos ilegalizados y dirigentes inhabilitados. Resistencia terca a que se elija, por el órgano constitucionalmente competente, un CNE que arbitre con imparcialidad un proceso electoral confiable para todos. No de oposición ¡Por Dios! Pero tampoco escandalosamente parcializado a su servicio.
La “paz” oficial es la de la represión y la propaganda. La inconformidad es traición. La verdad es subversión. Pero no es paz el silencio obligado ni la mentira coreada.
Venezuela quiere paz, muy cierto. Y tiene derecho. Como dijo Pablo VI hace ya cincuenta y dos años, “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Venezuela quiere desarrollo que es verse libre de la miseria, segura, saludable, educada, estable, participando libremente en sus responsabilidades. “Hacer, conocer y tener más para ser más”. Vida digna para todos. Eso es la paz.
Ramón Guillermo Aveledo