El goce de la vida debe provenir del criterio que considere el universo de la infancia como un lugar de recreación, de manera que todo ser humano pueda vivir según su naturaleza en armonía. Es tal la felicidad, que al crecer se convierte lo vivido en el hermoso recuerdo que llanto nos hace verter al evocarlo.
Los cambios son algo natural en la vida del hombre, tanto más sutil sea el color, el brillo, el encanto, las alegrías y el amor que se desarrolla en la niñez que quien disfrutó todo aquello, desde el fondo del sentimiento, recordará como un pasatiempo hermoso y feliz imposible de olvidar.
De allí parte la razón de la importancia que representa para el ser humano vivir una niñez despreocupada y contenta.
Así vive la naturaleza, sus épocas; si hemos sembrado flores tendremos la visita de las mariposas, si hemos plantado árboles tendremos como invitados las brisas y los vientos, también el canto de las aves, si tenemos una terraza siempre vendrá la luna a acompañarnos. Lo mismo ocurre con el ser humano, si le damos un espacio para sus pasatiempos en la niñez a la vuelta de los años recogeremos los frutos de un hombre sano, recto, afectuoso, bueno, pensante y servicial.
El hombre empieza a recorrer su camino a partir del momento en que empieza a dar sus primeros pasos.
Los niños son una hoja en blanco en la que escribimos su destino, hoja en la que el mismo narrará su vida, sus aprendizajes y experiencias, terreno en el que él mismo sembrará los árboles de los que recibirá el fruto de su consagración.
«A veces divagando en mis pensamientos me voy sumergiendo en un sueño profundo y muy grato. Regreso a mi memoria uno de mis momentos favoritos… me veo allí a mis ocho años, siempre corriendo detrás de mis hermanos, como todo hermano menor que empieza a vivir.
Siempre admiré en ellos la asombrosa manera de vivir la vida como una aventura y reírse de casi todo. Recuerdo a mamá dibujándome en una hoja de papel su visión de nuestro hogar. A pesar de los años nunca olvidé los que ella plasmó en ese trozo de papel, quizás ella si lo olvidó. Recuerdo trozos de mi niñez como si fueran fotos instantáneas colocadas una sobre otra, fotos que nunca pasan de moda ni pierden nitidez en mi memoria. Sin darme cuenta me empieza a embargar una tristeza como si no quisiera despertar de ese sueño… pero me doy cuenta que ya no soy un niño, soy un hombre, tengo un hermoso hogar y una familia propia, sin embargo no dejo de sentir nostalgia por aquel precioso lugar que hoy parece tan distinto, tan bizarro, tan ajeno, tan triste. Hoy ya mis hermanos están muy lejos, uno de ellos más allá del Atlántico, cada uno viviendo sus propias historias, la misma suerte de muchos amigos y conocidos que poco a poco han ido dejando espacios vacíos en nuestra tierra. Con tantas cosas en mi mente, solo puedo imaginar donde estaré en unos años. Acaso sea yo uno más de los que toman el boleto sin retorno, con destino, a cualquier lugar o seré ese testigo de un renacer que hoy parece más producto de una ilusión sin sentido que el de una realidad palpable.
Solo Dios dirá la última palabra… mientras tanto seguiré haciendo de mi vida una oda a la perseverancia que solo nace del verdadero amor, amor a mi país»
David Eduardo Victoria N. (2.015)
Hoy también tuvo que emigrar la más pequeña de mis aves, David, las circunstancias del país también a él lo obligaron a volar tras sus sueños bajo cielos de libertad y oportunidades profesionales.
Amanda Niño de Victoria