«Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón»
García Márquez
No hay casa que el tiempo no envejezca, paisaje que la borrasca no ataque ni humano que no haya sido sorprendido por la debilidad de los años.
Desconcierta la pequeñez del hombre ante el paso del tiempo sin que lo acompañe como aquellas casas viejas la soledad que siempre está esperando. Hay casas que superan el obstáculo del tiempo, hay hombres que superan el obstáculo de la muerte.
Al crecer vamos dejando atrás muchas cosas queridas, los frescos corredores por donde correteo la esperanza, tantos momentos lindos se quedan anclados en el silencio, porque es breve la dicha del hombre en el mundo.
Si la casa que amamos sigue en pie bendito sea el tiempo y bendito sea el cariño que todavía puede abrir las ventanas para que la lluvia del recuerdo se mantenga en la memoria.
Ilusión, añoranza y esperanzas son compañías que nos acompañan hasta el final.
Tarde que temprano seremos apenas el recuerdo que terminará en cenizas para siempre, hasta que nos hunda la memoria en el olvido, hasta que la foto se vuelva borrosa.
Poco a poco lo novedoso va dejando a un lado lo hermoso y señorial que guardan las casas viejas, esas que fueron nuestras, cuyos recuerdos evocamos con devoción dentro del corazón.
Muchas casas son derrumbadas, otras han conservado el encanto de sus fachadas desteñidas y sus ventanas mirando hacia el poniente como mudos testigos del velo transparente que de las nubes que por siglos desgarra la luna en su andar silencioso.
Casas, retratos, caminos, música, tarjetas y gratos momentos nos saldrán al paso en los surcos del rostro, en las fechas, en el afán de cada día en momentos de nostalgia.
Dentro de lo triste siempre fluye algo positivo, cada día tiene su noche, cada tormenta su calma, cada tiempo su embrujo, cada edad su esplendor.
En el frágil velero que es la vida el viento va sembrando sus cantos y sus requiems dirigidos por el tiempo.
En la sístole de la propia muerte llevaremos la eternidad de nuestras huellas, de lo que fuimos y ya no seremos.
Y así como se reflejan los recuerdos con su soñolienta calma, nos iremos alejando hasta que solo seamos olvido o hayamos dejado la huella del afecto bien marcada como encendido crepúsculo en el alma de los que nos quisieron con el corazón.
La vida nos mantiene unidos, pero es la muerte la que nos separa.
«…Y así cual se refleja
Con su pesada, soñolienta calma,
El recuerdo se aleja,
Y es la huella que deja
Indeciso crepúsculo en el alma…(Roberto Delgado 1884)
Amanda Niño de Victoria