La mejor forma de hacerlo, para conseguir el objetivo: “EDUCAR”, es emplear la metodología que inmortalizó, desde el famoso Mayo de 1968, el filósofo post-estructuralista Jacques Derrida que, 42 años después desempolvé de los cursos de formación social que realicé en mis años de adolescente y profundicé, desde el 2010 hasta Octubre de 2016, consistente en:
• “Desestructurar o desmontar algo que ha sido edificado,
• no con ánimo de destruirlo,
• sino para comprobar cómo ha sido hecho,
• asumiendo la imposibilidad que tienen la filosofía y las ideologías para analizar la realidad estructurada,
• revisando, no tanto el entorno venezolano y sus relaciones ideológicas externas, cuanto la manera de analizar los dichos, hechos y sus resultados,
• no con ánimo de estirpar de raíz lo creado, sino
• transformar lo mal hecho en bueno por hacer, así como mejorar lo bueno realizado”.
Fundamentos de esta Metodología
Durante mucho tiempo se ha pensado que entre la ficción y la realidad no podían existir tránsitos, al igual que el agua y el aceite eran sustancias que no podían mezclarse. La ficción estaba al servicio del entretenimiento, y la construcción de la realidad al servicio de la adaptación al medio físico y social.
La narración de ficción era así vista como un epifenómeno (fenómeno accesorio que acompaña al principal y no tiene influencia sobre él) que en nada intervenía en la construcción del pensamiento. Parecía que éste se construía, exclusivamente, mediante la formación de las estructuras lógico-matemáticas, causales y espacio-temporales en función de la acción social e individual en el mundo físico. Sin embargo, hoy comenzamos a entender que eso no es así. Los relatos televisivos, las cadenas narrativas, informativas o de propaganda juegan un papel muy importante en la cultura contemporánea: “Contribuyen a construir nuestra realidad mental que, a su vez, interviene en nuestras acciones sobre el medio que nos rodea.”
En la sociedad actual, en la venezolana, se está produciendo un desajuste en el uso de determinados tipos de relatos, narraciones y propaganda televisivas, dirigidos al pueblo en función de una totalitaria hegemonía comunicacional del gobierno. Si unos productos de ficción pueden influir favorablemente sobre la persona, otros en cambio pueden a su vez perjudicarle. De ser esto así, postulamos que el uso institucional, y consciente, de estos últimos tipos de relato, narraciones o cadenas, es una forma de la televisión, la radio y las redes sociales, que está dando origen a la violencia del pensamiento.
Esta forma de violencia se concreta en la influencia no estructural de los relatos no constructivos del pensamiento del ser humano.
Los resultados de una investigación de Jesús Bermejo Berros: “La influencia de los relatos audiovisuales desnarrativizantes en la desestructuración del pensamiento: Una forma de violencia social”, nos ha permitido poner en evidencia la existencia de dos tipos de relatos audiovisuales:
• Uno, que denomina el autor: narrativizante, que contribuye favorablemente a la formación de estructuras cognitivas del pensamiento narrativo desde la infancia.
• Por el contrario, existe un segundo tipo de relato: no narrativo, que induce en el ser humano una desestructuración de su pensamiento.
En los últimos 20 años, este segundo tipo de relato ha ido aumentando, progresivamente, su presencia, sobre todo, en las parrillas de programación televisivos, en detrimento de los relatos narrativizantes. La exposición reiterada del ser humano a estos relatos hace que la construcción de su realidad mental y social, se vea distorsionada e, inteligentemente, la inmensa mayoría de la población lo saca de su parrilla y exige libertad de pensamiento y acción.
Por todo ello, el objetivo educativo de este libro es “crear personas y líderes de relevo” con estudiantes universitarios y adultos entre 20 y 45 años (no tomados en cuenta desde hace muchos años, al no crear los partidos democráticos cursos de formación humana, ética, equitativa y de justicia social).
Juan José Ostériz