Nos interesan los problemas sociales y políticos de nuestros vecinos sudamericanos. Sigámoslos atentos por solidaridad con pueblos hermanos y para asimilar sus lecciones. Las visiones parciales, oportunistas o propagandísticas, por insinceridad o amoralidad, resultan inútiles.
Las protestas recientes, nutridas y en casos violentas, en Ecuador, Chile y Bolivia han asaltado los medios y las redes sociales. Hay quien se apura a hablar de una crisis en la democracia latinoamericana, sacando conclusiones generales y muchas veces prejuiciadas e incluso ignorando lo que ocurre en otros lugares del planeta, donde también se siente el impacto de lo que el papa Francisco nos invita a considerar no como una una época de cambios sino un cambio de época, con nuevos y exigentes retos.
Pero en la emocionalidad globalizada que trata Davies en su libro sobre la democracia cuando declina la razón, empuja a emitir juicios en unos cuantos caracteres o impone a la propaganda la tarea inmediata de despachar los temas sin digerirlos, de modo que su análisis nos sea de provecho como comprensión social.
En Ecuador y Chile, los propagandistas desde el poder venezolano y su coro de sospechosos habituales, repite que se trata del “pueblo digno que resiste a la imposición del modelo neoliberal”, mientras en Bolivia, las protestas son parte de un “golpe de estado”. Los evidentes ingredientes organizativos para instrumentalizar protestas populares se silencian en los dos primeros casos como en el boliviano las protuberantes sospechas de fraude electoral y las denuncias de abuso de poder. Las respuestas del orden público no reciben evaluación objetiva y simétrica. Son invariablemente “criminales” en Ecuador y Chile y “legítima defensa” en Bolivia. Desde otro extremo, en cambio, se “descubre” una conspiración del Foro de Sao Paulo en Ecuador y Chile. Se ignora la complejidad del cuadro chileno, donde los progresos tangibles no han corrido parejos con el siempre difícil desafío de las desigualdades. Se soslaya la inestabilidad inyectada a Ecuador por los efectos del gasto público insostenible cuando los precios de las exportaciones bajan.
A esas respuestas simplificadoras y apuradas falta un dato importantísimo, me parece. Y es que los gobiernos de Moreno y Piñera hacen un esfuerzo por escuchar la protesta, dialogar con los inconformes y modificar sus políticas, mientras Morales se atrinchera en la posición exactamente inversa de impermeabilidad y sordera. La de los dos primeros es la lógica de la democracia, nunca infalible, siempre imperfecta. La del último es la propia de las dictaduras, siempre “perfectas”, ontológicamente intachables.
Error muy grande sería interpretar aquí, precipitada o prejuiciosamente, que la sola protesta basta. La política es una combinación de instrumentos lícitos de lucha. Institucionales, comunicacionales, sociales e internacionales.
Ramón Guillermo Aveledo