Lo que hacemos hoy, mañana puede cambiar y hacer la diferencia si perseguimos los mismos objetivos, consciente de que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que sale del corazón, hay que ser consecuentes con las ideas y criterios firme que apuestan a contribuir en positivo y aportes en buscar soluciones que inviten a ser parte de la solución y abra el camino a la paz, este debe ser la principal tarea de los que en realidad desean una salida pacífica y sin titubeos, libre de intereses personales, primero debe poner el corazón a funcionar, amar a nuestra patria como a nuestra madre y a sus hijos como hermanos, haciéndole caso a Monseñor Chirivella donde dice que “ El amor trae paz, tolerancia, crecimiento, seguridad y libertad”.
Estamos a pocos días de finalizar este tortuoso año dos mil diecinueve, que solo vino a traernos más pesares y nada que nos aliente, nos anime o motive en forma constate, motivadora de repente, con falsas expectativa que se convierten en ilusiones hasta nocivas, que golpean el ánimo sin llegar a nada concreto con esta crisis, compartimos las preocupaciones que debe tener un padre de familia que su carga familiar sea de cuatro o cinco miembros y solo dependa de un mísero salario; Diciembre, el mes de fin de año, donde siempre reine la alegría, mes de regalitos, aguinaldos, estrenos, hallacas, pernil, pan de jamón y pavo, estas tradiciones la podía cumplir hasta el más humilde trabajador, hoy privado hasta para comprarle un helado a su niño; no por todas estas calamidades debemos abandonar nuestras costumbres, llego el momento de reinventarnos y no contribuir con la desesperanza, la flojera, es hora de poner a prueba nuestra dignidad, capacidad de resistencia, condición de hacedor, obviando a quienes apuestan y disfrutan en fracaso, destruyendo lo que ya está hecho y ha costado tanto hacerlo, sumémonos con confianza y lealtad a los hacedores que solo piensan en hacer, construir, vivir y convivir de una forma armónica, pacífica y disfrutar de la convivencia en una país rescatado y refundado, admirado como antes, que todos querían vivir en él; hoy tristemente desacreditado, con más de seis millones de habitantes que han emigrado, muchos deambulando sin ningún rumbo y la mayor parte aportando su talento en tierras ajenas, haciendo ricos a otros países, que si le reconocen su meritocracia y buena formación del venezolano, bueno, en el terreno que les toca y sin olvidar que los que hoy son martillos mañana serán el yunque, no es el caso, porque aquí se añora es la paz.
Todas las actuaciones que se hagan por la recuperación de los valores perdidos deben salir con una espontánea energía, que no quede duda, que sea de profundo sentimiento de patria y no en busca de galardones, sin miedo y sin odio, es un buen sistema tratar de no dejar fisuras; según un proverbio Arabe «El que se queja y se lamenta está ofendiendo a Dios» bueno, que Dios nos perdones y si hay un castigo por quejarse, que se castigue a quienes nos han sometido a este sacrilegio, pero si lo que buscamos es armonía, es mejor que no se castigue a nadie, porque este país por medio del amor, hay que sacarlo del avermo y recuperar la idiosincrasia, que volvamos hacer envidiados y no como hoy odiado, combatir todas estas anomalías, ocupándos en trabajar, cada día más trabajo en producir, aportar ideas que sean de alianzas productivas y estimular la producción de alimentos, la ganadería y la agricultura como factor principal de la economía, que cualquiera que sea el gobierno tome en cuenta que gobierno que no trabaje aliado al sector privado está condenado al fracaso.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.
José Gerardo Mendoza Durán