Cada realidad latinoamericana tiene su especificidad y no se pueden hacer comparaciones entre lo que sucede en un país y otro, dice el Dr. Rafael Simón Jiménez, abogado, historiador, exparlamentario y analista político.
En Argentina, el peronismo fue sustituido por Mauricio Macri, pero una vez más vuelve el peronismo con Alberto Fernández.
En Brasil, Lula Da Silva, acusado de corrupción, hizo un buen gobierno, pero Dilma Rousseff no lo hizo bien y además incurrió en corrupción, lo que le dio el triunfo a Jair Bolsonaro.
En Uruguay, donde la izquierda ha venido gobernando los últimos años con Tabaré Vásquez, perderá las elecciones.
En Bolivia, que era uno de los países más inestables, Evo Morales mejoró la economía, resguardó la propiedad privada y elevó las condiciones de vida de la gente, pero le tocó salir por la puerta de atrás porque no le hizo caso al referendo consultivo, cuyo resultado es que los bolivianos ya no lo querían en el poder y él se empeñó en trampear la primera vuelta, para seguir en la presidencia.
Una vez más apareció el fenómeno del caudillismo, que se incuba desde la época de la independencia cuando los mandatarios se han creído predestinados a mantenerse en el poder.
No podemos olvidar que Alberto Fujimori, en el Perú, hizo un buen gobierno. Creció la economía y acabó con el terrorismo; pero, pensó que después de él no había nadie que pudiera administrar su país y ya sabemos el fin que le ha tocado vivir.
Todo esto viene a colación con lo ocurrido en Bolivia, que nada tiene que ver con el manejo de la economía venezolana, que ha sido un desastre por parte de la revolución bolivariana, que la ha llevado a la ruina.
El deseo de establecer paralelismos no es bueno. La oposición boliviana siempre participó en los procesos electorales y ahora vimos este desenlace. Si en vez de tres candidatos hubiera sido uno, indudablemente, Morales habría perdido de calle.
-¿Qué piensa sobre el llamado hecho por Juan Guaidó para el sábado 16?
-Creo que los venezolanos tenemos que movilizarnos y protestar porque existen muchísimas razones para hacerlo. Nada tiene que ver con expectativas porque tanto la oposición como el oficialismo siempre terminan metiéndole miedo a la gente. No se pueden hacer comparaciones, porque siempre hay que ver el proceso en su desarrollo y no en el último acto.