La pregunta se la hicimos a exgobernadores que hoy se dedican a sus profesiones y están apartados de la política.
Porque no creen en la democracia
Ibrahim Sánchez, economista y quien fuera gobernador del estado Lara, contestó que en el continente americano, desde los mismos días en que surgieron los países que dejaron de ser colonias europeas, los gobernantes quisieron perpetuarse en el poder.
El caudillismo se extendió como una inmensa mancha por Centro y Suramérica. Y devino en dictadores que tomaron el poder para tener a sus países como si fueran sus haciendas. Ejemplos sobran: Porfirio Díaz, en México, que dio motivo a la llamada revolución mexicana. Juan Vicente Gómez, en Venezuela, que retrasó el ingreso del siglo veinte al país. Y ni hablar de Fulgencio Batista, en Cuba, que dio paso a otra dictadura más siniestra como la de Fidel Castro y continuada por su hermano. Sería muy extensa la lista de estos sujetos que se aferraron al poder hasta que la muerte se sobrepuso.
Lo lamentable es que muchos de estos dictadores han llegado al poder mediante elecciones y han modificado las constituciones para ser reelectos sin límites de períodos, utilizando el populismo y el fraude. En Bolivia ya hemos visto cómo un señor, que pregonaba ser cocalero, no se ha conformado con catorce años, sino que pretendía seguir en la presidencia hasta el final de sus días.
Considero que esta forma de abusar del poder que han logrado es la forma más clara de que no son demócratas. No creen en la alternabilidad, que es el principio más elemental de la democracia. Y, por supuesto, se burlan de sus pueblos, porque los consideran como escalera para mantenerse arriba.
Veo esa actitud como contra natura, porque el ser humano tiene que valorizar el tiempo y a sus semejantes. Uno crece, se convierte en padre y tiene que darle paso a los hijos. Un gobernante no puede apoderarse del tiempo que tienen las nuevas generaciones, a las cuales se le deben dar las oportunidades para que sirvan a sus coterráneos.
Porque desprecian a la población
Simón Saavedra Hernández, abogado y exgobernador del Yaracuy, respondió que en el gobierno la gente se enferma de importancia. Los que “halan mecate” le inyectan el veneno del egoísmo y de la soberbia. Y los mandatarios entran en un sopor, imaginando que son imprescindibles y pueden dominar a su antojo al mundo.
Pretenden vivir en la estratosfera y, en consecuencia, tratan a la gente como capitis diminutio (latinazo que significa que tu tienes una edad muy diminuta y poca capacidad de entendimiento). Ese grupito que rodea al mandatario, como las abejas que se someten a la reina del panal, piensa que el pueblo está dormido, pero cuando éste despierta ocurren situaciones muy violentas. Recuerden cómo cayó el muro de Berlín y cómo se desplomó la Unión Soviética. Cómo caen las dictaduras, porque éstas, aunque lo pretendan, nunca son eternas. Y el pueblo manda al basurero a los dictadores. muchos de los cuales mueren en las cárceles como consecuencias de sus crímenes. A otros los matan las enfermedades como le va a pasar a Alberto Fujimori, en el Perú.