Para recordar:
“Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.”
(Hechos 27:35)
La semana pasada, en artículo anterior (30/10/19), hablamos de un viaje que realizamos a Cartagena. Ahora tocaremos el regreso.
También reseñamos, lo que le sucedió al apóstol Pablo en ese viaje narrado en Hechos 27. Donde élles había dicho que no zarparan porque iban a naufragar (v.9, 10).Fueron azotados por vientos huracanados; furiosa tempestad; tinieblas por muchos días, sin ver el sol, ni estrellas y mucho más. Pero el ángel de Dios le había dicho a Pablo, que la nave sería destruida (v.22), no obstante iba a ser llevado ante el César y por la voluntad de Dios se salvaron todos, las doscientas setenta y seis (276) personas.
Frente a la adversidad del mar, antes de encallar, como Pablo confiaba en Dios y tenían catorce días sin comer, les animó ingerir alimento por su salud,dio gracia a Dios en presencia de todos y partiendo el pan, comenzó a comer y los soldados también lo hicieron.
Recordamos, en artículo anterior,que se nos había advertido los peligros que podíamos pasar de Maracaibo a Maicao o viceversa. Lo primero fue observar la gran extracción de la gasolina venezolana, que cuesta muy poco o “nada” y la venden, por la carretera,de 30 a 50 mil bolívares por galón.
También, tanto de ida como de regreso, palpamos que algunos habitantes y algunos funcionarios que viven o no,o sirven en la zona, están fuera de la ley. Pero, gracias a Dios, así como el centurión romano protegió a Pablo y a los otros presos, también hay guajiros y funcionarios dispuestos a proteger a las personas, aunque no en todo el recorrido.
Ya al regreso de Cartagena, como estábamos en el marco de elecciones en Colombia,nos vinimos 4 días antes.De todas maneras encontramos la frontera cerrada.Nos tocó vivir la tensión, alboroto, empujones, ante la presencia de soldados colombianos, a unos metros de los venezolanos. Y no faltaron los interesados en mantener esas barricadas, para “iniciar” un comercio del tráfico de personas hacia el otro lado de Venezuela, cobrando una cantidad de pesos para ir por trochas improvisadas.
Y solo con el afán de no quedarnos del otro lado, el grupo familiar decidió tener que pagar; además se unió a la necesidad de pasar, por la merma de salud de uno de los integrantes de la familia.
Pasamos todos los calores a pie, junto al equipaje. Por cierto, los amables muchachos, los maleteros, se portaron a la altura porque había llovido y tuvieron (tuvimos) que librar barriales, caminos escabrosos para cruzar hacia el lado.
Después defranquear por un lado a la migración Colombiana, se nos dijo que necesitábamos vigilantes, a quienes había que pagarles para que vinieran sentados detrás del vehículo; encargados de negociar con los guajiros o vándalos,como dijimos: Los fuera de la ley, dispuestos a asaltar a los viajeros que van a Maracaibo, ya que entrábamos en la tierra de nadie.En varias oportunidades atravesaron palos para cobrar peaje.Todo esto ocurrió ante la mirada indolente de las fuerzas del orden público de nuestro país.
A pesar de todas las peripecias vividas, vimos la mano y presencia de nuestro Dios con nosotros hasta llegar a Maracaibo y retornamos a nuestra ciudad,sanos y salvos.
Así como Dios protegió a Pablo, con el fin que predicara el evangelio de Salvación,sentimos que también lo hizo con nosotros para que nos animemos a compartir el evangelio eterno que predicó el apóstol; presentando una verdad que creer; un mensaje que practicar, unos Mandamientos que guardar y una fe que sostener.
Confiemos en Dios, quien es el Único que puede ayudarnos a obtener la vida eterna,mientras pasamos por esta vida llena de problemas y de personas malvadas, gobiernos indolentes que no quieren saber nada del Todopoderoso y se enquistan en los países por la ambición, avaricias, corrupción, aunque estén viendo sufrir o perecer a muchos seres humanos.
Eduardo Iván González González
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