#OPINIÓN Buena nueva: ¿Dónde están los muertos? #3Nov

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El 2 de Noviembre de cada año recordamos a aquellas personas que ya se nos fueron y que aún no han llegado a la presencia de Dios en el Cielo.

Son almas que han sido fieles a Dios, pero que se encuentran en estado de “purificación” en el Purgatorio. Por esta razón, en la Iglesia Católica oramos por nuestros difuntos y ofrecemos Misas por ellos. ¿Para qué? Para aliviarles el sufrimiento durante esta purificación. (Ver CIC #1031-32 y 2Mac.12,46)

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Pero el recuerdo de nuestros seres queridos ya fallecidos nos invita también a reflexionar sobre lo que sucede después de la muerte; es decir, Juicio: Cielo, Purgatorio o Infierno.

Primero hay que recordar que la muerte es el momento más importante de nuestra vida. Pero también hay que pensar que la muerte no es un momento desagradable que haya que temer, sino un paso a una vida distinta. Bien dice el Prefacio de Difuntos: “la vida no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna”.

Los testimonios de algunos que dicen haber pasado por el dintel de la muerte y haber regresado a esta vida no indican que haya que temer ese momento.

Ahora bien, de las opciones que tenemos para después de la muerte, el Purgatorio es la única que no es eterna. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas. Del Purgatorio seguro pasan al Cielo en el momento que hayan terminado su necesaria purificación.

Sin embargo, la purificación en el Purgatorio es “dolorosa”. La Biblia nos habla también de “fuego” al referirse a esta etapa de purificación. “La obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer … El fuego probará la obra de cada cual … se salvará, pero como quien pasa por fuego” (1a. Cor. 3, 13-15).

Y nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los que mueren en la gracia y amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo.” (#1030)

Y es que la purificación es necesaria para poder ver a Dios “cara a cara”, porque “nada impuro puede entrar” (Ap 21, 27). Sin embargo, hay algunos que no han pasado por el Purgatorio: todos los santos -los canonizados y otros cuantos santos anónimos.

Así que ¡sí es posible llegar al Cielo directamente! Y es deseable obviar el Purgatorio. ¿Qué hacer entonces? Pues llevar una vida según lo que Dios desea de nosotros y también aprovechar las posibilidades de purificación que, a través de los sufrimientos, se nos presentan aquí en la tierra.

Isabel Vidal de Tenreiro

www.homilia.org

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