#OPINIÓN Las voces de Penélope: También por el corazón #1Nov

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Los recientes movimientos políticos y las protestas sociales realizadas entre países bastante diferentes como es el caso de Chile y Ecuador, han suscitado entre los amantes de las redes, reacciones polarizadas que parecieran estar regidas no por el cerebro sino por los líquidos estomacales. La percepción de ser un país altamente politizado desde  el nacimiento de la democracia, nos hizo creer no sólo que éramos participativos sino que teníamos eso que suele llamarse “cultura política”, la cual exige como cualquier otro campo del conocimiento, ser  ejercida desde la práctica continua de la lógica, a partir de la identificación y el análisis de los factores que influyen no sólo en situaciones políticas específicas, sino en nuestra manera de percibir y actuar en nuestra realidad, presentes en la manera de concebirnos  como país y en nuestros comportamientos ciudadanos.

Un rápida ojeada de las redes, nos permite visualizar la ligereza con la cual se opina a partir de estereotipos políticos que por ser tales, dejan por fuera un asunto muy importante: la realidad de dichas situaciones tiene características muy complejas que ameritan de un tiempo de observación y reflexión que exige entre otras cosas, quitarse las anteojeras que impiden tener tanto la amplitud de miras necesaria para ver la superficie, como para advertir los mecanismos ocultos que dan lugar a todas las situaciones. El pensamiento mágico, tan caro y útil en el hecho literario y en cualquier acontecimiento artístico, que le atribuye a Maduro el poder de incendiar estaciones de metro y ancestrales reclamos indígenas, no permitirá entender jamás dos situaciones socioeconómicas y políticas bastante diferentes. Ni Piñera es Moreno ni la sociedad chilena es similar a la ecuatoriana.

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¿Qué tal si nuestros políticos venezolanos de cualquier color decidieran indagar aunque fuera de una ojeada las lecciones que nos dan la historia, las ciencias políticas, la economía y otras tantas disciplinas, p. ej., la antropología y la filosofía? He observado de cerca rostros, maneras y lenguajes de muchos dirigentes, a quienes la palabra “reflexión” les produce alergia por hacer de la palabra “calle”, el resumen de cualquier propuesta. Su pragmatismo les impide ver que,aunque parezca una sola, hay una buena variedad de calles abiertas a la reflexión. Quizás esto impediría que las “fake news” tengan éxito mediático.

“Breve Historia de la verdad” de Julian Baggini, es un libro ameno aunque profundo, escrito por quien es considerado hoy “…uno de los filósofos jóvenes más interesantes en la actualidad.” Tanto su introducción como sus 11 capítulos se leen como quien bebe agua fresca. Basta que nos interese saber tanto lo que significa la verdad – ya Aristóteles lo dijo claramente- y “cómo se establece la verdad y quién la hace”. Parte del principio de considerar cómo la verdad, a pesar de haberse vuelto en estos tiempos, menos pura y simple, la gente no ha dejado de creer en ella y suele indignarse con las mentiras. Esto al margen de la posición de la postmodernidad y la posverdad, puesto que demuestran que la verdad,a pesar de su complejidad, sigue siendo importante para todos.

Algunos políticos han aprovechado este escepticismo con respecto a la verdad para alcanzar el poder. Han utilizado la visión que tiene la gente del mundo para empatizar con ella y crear nuevas realidades. Sin embargo, creo que la gente es cada vez más consciente del peligro que supone desvalorizar el concepto de verdad y dejarse llevar por el instinto”, afirma en una entrevista. Ya no se trata de una opinión frente a otra opinión sino de un sistema holístico en el que todo está relacionado con todo. Por esta razón, la verdad es complicada.

Frente a este riesgo ha de adoptarse lo que llama, una “actitud epistémica”, que incluye la modestia, frente a la cegadora prepotencia; el escepticismo como guía de indagación distinta a la confianza; apertura a otras perspectivas opuestas a la cerrazón mental; indagación colectiva como alternativa al individualismo excesivo; la disposición de enfrentarnos al poder -a éste no le interesa que la verdad sea conocida- ; el deseo de crear mejores verdades y la voluntad de dejar que los hechos guíen nuestra moral y no nuestras vísceras. En fin, lo que llama la “relación correcta entre quien busca la verdad y el mundo”, para lo cual se necesita de dos virtudes: la sinceridad y la precisión.

Pensar que Guaidó es la alternativa válida para la salida política, requiere de nuestra actitud epistémica, no del pensamiento mágico. La primera conlleva el compromiso y la segunda andar con un carcaj cargado de flechas dispuestas a ser lanzadas cada vez que reaccionemos urgidos por las dificultades o la lentitud en los procesos de cambio. Requiere de una medida de escepticismo para hacer posible lo que a veces suena imposible. De modestia para llegar a las certezas razonables y de recordar, que no basta con descubrir las verdades sino que hemos de crearlas a partir de perspectivas alternativas.

El artículo “ALGO PEOR”,escrito por el padre Luis Ugalde y publicado recientemente, es un excelente ejercicio de una actitud epistémica. Se imagina el país una vez instaurado el nuevo gobierno y la urgencia de incorporarnos al proceso de su reconstrucción. Visualiza el país que vendrá, el de las urgencias y el peligro de convertirnos en artífices del fracaso. Compara los resultados diferentes en la caída de regímenes totalitarios, cuando la unidad no está consolidada ni hay proyectos de reconstrucción en las relaciones entre los ciudadanos. De la reconciliación y la justicia en el caso de los delitos que no prescriben y los riesgos de la venganza…Ya Pascal nos decía que a la verdad se llega no sólo por la razón sino por el corazón.

Marisela Gonzalo

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