El ser humano sobre este planeta y nuestro país no escapa a ello, corre el riesgo de poner toda su existencia y fidelidad en manos de hombres proclives permanentemente a la corrupción. Sobre todo, en el ámbito de la política y en relación a los gobernantes. Y eso, es un error muy grande, por cuanto nuestra fidelidad, para que vaya segura de darnos verdadera paz, debe estar puesta solamente en manos de Dios y nuestro Señor Jesucristo. Y para nosotros es la promesa. “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá”Sal.101:6.
El año 1600 en Londres, Inglaterra, nos da cuenta que la fidelidad a la Palabra de Dios y al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo era verdaderamente riesgoso. No como ahora, que tenemos absoluta libertad para presentar nuestras convicciones sin ningún temor. En aquel tiempo, incluso el estado se abrogaba el derecho de sugerir creencias en el plano religioso. Eso, hacía que la situación se tornara altamente peligrosa.
Por ello, la historia de Dorothy Traske es sumamente interesante. Ella y su esposo John eran puritanos. Es decir, participaban de un movimiento que surgió en Inglaterra y Escocia en los siglos XVI y XVII; que se caracterizó por intentar purificar la Iglesia de las doctrinas y ritos no bíblicos. Abogaban por la necesidad de conservar una moral que fuera en paralelo con el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. A principio de ese año, Dorothy tenía una escuela preparatoria privada en Londres que gozaba de mucho prestigio, testificado por los mismos alumnos y representantes, por lo cual su ingreso allí no era tan fácil, por cuanto gozaba de gran popularidad.
Un día, estudiando La Biblia, “por casualidad”, los esposos Traske descubren el mandamiento bíblico referido al sábado como día de reposo, por lo cual dispusieron obedecerlo. De esta manera decidieron cerrar los días sábados la escuela y dedicarlo a alabar el nombre de Dios. Cuando los padres y representantes se acercaban a preguntar el motivo de dicho cierre, ellos daban testimonio de sus creencias utilizando la Santa Biblia. Una vez que el gobierno se enteró de esto, investigaron el asunto y encarcelaron a Dorothy por considerar que sus acciones “desafiaban al estado”. Esta valerosa mujer pasó 15 años en prisión y para no abrumar a sus familiares en las necesidades alimenticias en ese lugar, se alimentaba de pan, agua, raíces y hierbas. Finalmente encerrada y desmejorada terriblemente, enfermó y murió esperanzada en la promesas de resurrección y traslación que nuestro Señor Jesucristo confirma en la SANTA BIBLIA.
Cuentan, que su esposo para evitar el martirio, tranzó con los verdugos y se retractó de sus convicciones, pero Dorothy se mantuvo firme como la Roca. Para ella, rechazar el sábado era rechazar al Señor del sábado. Más que guardar un simple día era el día que Dios ordenaba santificar y ella le obedecía porque le amaba. Para esta mujer, el mandamiento de Dios era claro “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” Exo. 20:8. Sin saber mucho acerca de filosofía cristiana, como muchos hoy, tenía muy claro que “El mandamiento del día de reposo nos recuerda que el séptimo día, el sábado, es el descanso señalado por Dios para el hombre, y que ese reposo se remonta hasta el mismo comienzo de la historia humana y es una parte inseparable de la semana de la creación” Diccionario Bíblico Adventista. Morir por ello, para ella, fue ganancia. Hoy, debiéramos todos revisar nuestra fidelidad. ¿Dónde la estamos poniendo?…
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB!
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William Amaro Gutiérrez