En un intento desesperado por eliminar y censurar los espacios verdaderamente democráticos que aún quedan en Venezuela, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia violenta con una sentencia el artículo 109 de nuestra Constitución, que consagra la autonomía universitaria y arremete nuevamente contra las principales Casas de Estudios del país.
Desde sus inicios, el régimen siempre ha procurado apoderarse de las más prestigiosas universidades y ponerlas a su merced. Redujeron sus presupuestos, condenaron a los profesores a sufrir con sueldos que no cubren las necesidades básicas y han promovido ataques de bandas violentas contra los equipos, inmuebles y estudiantes.
No se conforman con haber instaurado por la fuerza un modelo económico y político en el país, que no funciona y solo causa desigualdad y sufrimiento. Ahora tratan de decretar e imponer por la fuerza ese mismo modelo dentro de nuestras universidades, que no corresponde con la forma académica para elegir a las autoridades universitarias y socaba la verdadera participación de estudiantes, egresados y profesores.
Al no entender de libertad o pluralidad de pensamiento, el régimen ataca a estas instituciones. Solo saben de corrupción, amiguismo, violencia y censura contra quienes piensan distinto. Eso es lo que promueven y quieren para Venezuela. Para ellos, el país solo es una herramienta para alimentar sus intereses políticos y enriquecer sus bolsillos.
El gran peligro de esta sentencia es que así reafirman su política autoritaria, cuyo fin es abarcar todos los espacios y de esa forma crear un pensamiento único entre los venezolanos, donde nadie pueda discernir de sus acciones ni denunciar las atrocidades que han causado.
Quieren un pueblo ignorante y sumiso, que no pueda denunciar las injusticas que comenten a diario, ni exigir los derechos y libertades que nos corresponden a todos. Temen que los venezolanos nos formemos con educación de calidad, que tengamos un pensamiento crítico y aspiraciones de progreso y crecimiento.
Debemos recordar que cuando los opresores se sienten más acorralados y se quedan sin opciones, sus acciones se vuelven más violentas y siniestras. Se valen de la intimidación y la coerción contra la población para hacer cumplir sus propósitos. Su desespero es una señal de que nuestra ruta es la correcta.
Sin importar cuantos atropellos han cometido, los venezolanos continuamos luchando por recuperar la libertad de Venezuela, porque nunca van a arrebatarnos nuestros valores democráticos. Ante la sentencia del TSJ y todas sus injusticas, los venezolanos seguiremos unidos en todos los espacios, hasta cumplir nuestra meta y reconstruir el país que queremos.
Stalin González