Hace unos quince años, una joven novia iba entrando a una iglesia del brazo de su padre cuando la marcha nupcial se vio interrumpida por un coro de insultos que iban subiendo de tono y volumen mientras los músicos, en un esfuerzo desesperado por taparlos, ya no se escuchaban. Pitos y pitas, gritos, sirenas… los indignados que protestaban estaban dispuestos a boicotear la boda. ¿La razón? La muchacha era hija de un alto jerarca del chavismo responsable de la desgracia de miles de trabajadores de PDVSA que fueron desalojados de sus viviendas de la manera más violenta. Nadie reparó en los niños ni en los ancianos que vivían allá.
Hubo gente, sin embargo, que reclamó que “le echaran a perder la boda a la jovencita, si ella no era culpable de lo que había hecho el papá”. Un argumento que logró que cierta cantidad de personas rechazara la acción.
Otro tanto sucede ahora, cuando fueron expulsadas de los Estados Unidos familias de funcionarios chavistas sancionados y otros enchufados. “¿Por qué no dejan que los niños terminen el año escolar?”, han preguntado unos cuantos por las redes. Esgrimen como argumentos los derechos de los niños, la dignidad de los niños, la prioridad que significa la educación…
¿Y es que hay niños venezolanos que tienen más derechos que otros? ¿Por qué si hay un millón de niños que no se inscribieron en las escuelas, más quién sabe cuántos que están inscritos y que no van a ir porque sus padres deben escoger entre comida y escuela y la elección es obvia, hay unos que sí “tienen” el derecho de ir a la escuela? Cuando hablan de dignidad, ¿a qué se refieren? Porque dignidad es también tener acceso a la libertad y a los derechos. Y que un miembro de este régimen hable de la importancia de la educación cuando han destrozado lo que quedaba del muy mediocre sistema educativo, daría risa si no fuera tan trágico.
A mí, sin que me quede nada por dentro, no me dan lástima esos niños. ¿Por qué habrían de dármela, si sus padres fueron los primeros en no pensar en ellos? Si los aman tanto, han debido pensar en lo que para ellos significa ser tachados de “hijos de un ladrón” (o de un asesino, porque las muertes en Venezuela por hambre o falta de medicinas llevan sus improntas). Así que cálense eso sin chillar. Calladitos se ven más bonitos.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb