EE.UU. cambió de enfoque. Ahora concentra sus acusaciones contra el gobierno de Maduro en delitos comunes (no en atropellos políticos) y, junto con 16 países, se logró la aprobación del TIAR como amenaza de una acción militar o policial, si Maduro no entrega el poder ya.
Pero Maduro viajó a Rusia a renegociar pagos de deuda, conseguir nuevos préstamos y, creo yo, aumentar los asesores militares rusos para disuadir la activación del TIAR. Los rumores sobre el supuesto fracaso de estas gestiones no lucen verosímiles y pudieran estar siendo sembrados para que Occidente y opositores bajen la guardia mientras ocurre la escalada militar rusa en Venezuela.
El juego interno está trancando, ninguna de las dos partes tiene el poder para someter a la otra. Para destrancar este juego, tendría que ocurrir, al menos, una de dos cosas. De parte del oficialismo, entenderse con la empresa privada para recuperar la economía, lo cual supone, mínimo, que se paguen las deudas de las empresas del Estado entregando sus acciones a los acreedores y apoyando, en vez de atacar, a la banca y la empresa privada. De parte de la oposición, tendrían que integrarse los partidos y que éstos articulen sus estrategias con los demás sectores. Sin estos cambios, ni el gobierno de Maduro gobierna, sólo abusa, manipula y reprime; ni la oposición tendrá fuerza para oponerse.
En el juego internacional, está claro que Venezuela ha perdido soberanía porque las grandes potencias nos tienen en sus manos. Estados Unidos podía haber ganado el juegofácilmente, por la vía electoral, en vez de pintar amenazas de una invasión que no va a ocurrir porque no le conviene. Ahora estamos pendientes de ver si Maduro logra neutralizar el TIAR con más presencia militar rusa.
Llevamos dos siglos perdidos, pisándonos la manguera entre las élites; compitiendo por cuotas de poder, sin caer en cuenta de que las élites tenemos un enemigo común que nos desestabiliza a todas: la pobreza. Tendríamos que coordinar esfuerzos por el logro de un mejor país para todos y para competir exitosamente en nuestras relaciones internacionales, en vez de entregarnos al mejor postor.
José Antonio Gil Yepes
@joseagilyepes