Quien dude del impacto del arte en general y la literatura en particular, en los diversos y complicados procesos simbólicos sociales e individuales, sólo debe seguirle la pista a la función cumplida por la censura sobre obras y creadores, la cual puede ser “pura y dura” en los regímenes dictatoriales o subyacente en las variadas versiones de la democracia.
“1984”, es una novela doblemente interesante, no sólo por la calidad literaria, sino por su fuerza anticipatoria. George Orwell, quien además era periodista, nos mostró el panorama aterrador de una sociedad -cualquiera- al salirse de las normas de convivencia social y democrática con todos los acuerdos que ello significa, incluyendo no sólo las leyes, formas de organización política y social, concepción y distribución de la justicia, sino de la manera en que circula el conocimiento, los saberes y la información. Lo que es también un alegato en contra de las formas obvias de la dominación, se transformó en advertencia sobre sus efectos en los territorios de la mente y sus consecuencias en el pensamiento y la psíquis, vasto territorio que por íntimo y personal, acusa los efectos de los condicionamientos sociales.
Un libro traducido al español el año pasado: “La Censura Maquillada”. Cómo las leyes contra el “discurso del odio” amenazan la libertad de expresión”, de Paul Coleman, aunque se centra en los aspectos jurídicos de las leyes “contra el discurso del odio”, alerta sobre lo que antes era propio de los totalitarismos asiáticos y Europa del este y que ahora se gesta y aplica en regímenes democráticos europeos, en donde a pesar de estar prohibida legalmente la censura, se ejercen presiones legales y hostigamiento mediático, para impedir no sólo pensar ,sino expresarse libremente de manera distinta.
“Si la libertad significa algo, es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír”, dijo Orwell en una ocasión. Esto significa también que incluye, nos guste o no, la libertad de ofender o de sentirnos ofendidos con la discrepancia de ideas, puesto que ello forma parte de aceptar las diferencias personales dentro del paquete de la libertad de expresión y de pensamiento. La facilidad mental de establecer múltiples relaciones simultáneas en el complejo mundo simbólico que nos acompaña y permea, dependerá de nuestra amplitud de miras y disponibilidad a escuchar verdaderamente al otro y procesar lo recibido, en el intento de comprender qué mundo vivimos.
Un libro de la edit. Dykinson “La Censura Maquillada”. Cómo las leyes contra el “discurso del odio” amenazan la libertad de expresión”, del jurista inglés Paul Coleman, quien ha intervenido en 20 casos ante el Tribunal Europeo de DDHH, presentado este año en Madrid por la Asociación de Prensa, alerta sobre lo que pareciera ser también un riesgo de las democracias occidentales y no sólo de los totalitarismos, sino también de los regímenes democráticos en donde por estar prohibida legalmente la censura, se ejercen presiones legales y hostigamiento mediático mediante el cual resulta imposible, pensar y expresarse distinto, aunque como en la novela, “1984”coexistan discursos paralelos y contradictorios, por ejemplo, sobre el Amor, la Paz y el Pensamiento.
Cuando surgen discursos políticos “salvacionistas” o populistas, se establecen supuestos cambios en las diferencias sociales a partir del establecimiento de cánones políticos y “nuevos valores” para la construcción de viejas, aunque remozadas ortodoxias, que obedecen al principio de “Cambiar todo para que todo quede igual”. Se consagran como valores las opiniones predominantes en aras de “la protección” de grupos vulnerables y sectores sociales, usados como excusa. El “paquete” incluye imponer el respeto a la doctrina oficial y calificar, sin precisar jurídica ni éticamente las razones, toda divergencia y opinión diferente que no convenga ni guste, como “discurso del odio.”
Para salvar las apariencias y puesto que un régimen democrático no calza con la censura de Estado, se puede crear un clima social en el que se considere inadmisible proponer ciertas ideas o criticar ciertas prácticas, con el hostigamiento mediático o presiones legales. Hostigamiento que incluye las redes sociales como “whatsapp”, “twitter” “instagram” y la máquina de “Fake News”. La incursión y utilización de los datos de los usuarios -caso de Facebook- en relación a sus gustos y preferencias acerca de cualquier cosa, han sido utilizadas para otros fines, muy poco éticos, como la campaña política para optar a la presidencia por parte de Trump.
La reciente detención de un trabajador que portaba las carátulas de las canciones de protesta de los CD que PROVEA suele intercambiar a lo largo del país en sus exitosas jornadas de cambiar música por medicinas, expresa tanto la ignorancia sobre el contenido, –versiones de artistas y grupos musicales punk- cuyas letras aluden a las víctimas de la democracia, así como a la libertad creadora de artes y artistas visuales, en este caso, Nelson Garrido, quien practica la fotografía como un elemento artístico de transformación. Es válido recordar una de las preguntas de Coleman: ¿Sin una genuina libertad de expresión, -incluyendo aquella que provoca malestar e incluso ofensas- somos verdaderamente libres? ¿O nos dirigimos hacia el mundo descrito en el libro de Orwell?. La respuestaes obvia.
Marisela Gonzalo Febres