El movimiento anti oficialista venezolano, es decir, la oposición al chavismo, ha tenido desde que comenzó la lucha contra la revolución bolivariana, unas fortalezas y lógicamente, unas debilidades. A mi manera de ver las cosas, las fortalezas se centran en que en esta lucha opositora al régimen, estamos presentes todos los venezolanos creyentes en la democracia, la libertad y el estado de derecho. Eso no es poca cosa, es más, eso representa la absoluta mayoría del país, calculada hoy en día, por empresas especializadas, en un ochenta por ciento (80%) de la población. A Maduro y su régimen, lo rechaza una inmensa mayoría de venezolanos, lo que debería significar una caída del régimen en cualquier momento y, me atrevería a decir, a través de medios pacíficos y democráticos. Todos abogamos por esa solución. Nadie en su sano juicio, puede querer una guerra, con intervención extranjera o sin ella, con resultados fatales en vidas inocentes y sobre todo de jóvenes. En este punto debo decir, aunque ellos digan lo contrario, que quien se empeña en soluciones violentas, es el régimen, basta oír y ver el lenguaje y actitudes de sus más altos jerarcas, no les importa amenazar, amedrentar, perseguir, encarcelar, torturar y hasta asesinar a quienes opinen diferente a esta usurpación que nos agobia. Los responsables de una probable tragedia bélica, están en el régimen. Hay que convencerlos de buscar una salida en paz. A eso debemos agregar, la falta de instrumentos para combates violentos en manos de la oposición. Ésta es una colectividad indefensa y pacífica, ansiosa de oportunidades de trabajo, progreso y libertad. Para combatir al régimen no tiene otra cosa que la fuerza de su palabra y de sus convicciones.
Si bien entonces la fortaleza de la oposición es la unidad de todos los ciudadanos que creemos en la democracia, su debilidad es la falta de medios para hacer valer esa posición. Pero además, las fuerzas opositoras, como hemos venido diciendo, es todo el país no chavista, es decir, en Venezuela hay dos posiciones clarísimas, los demócratas y los autócratas violentos y totalitarios que no permiten el disenso. La democracia por esencia sí lo permite, es su objetivo, que cada quien exprese su posición y sus ideas. Esas dos características de la oposición, sin armas y con disenso interno, han dificultado lograr el objetivo de producir un cambio político en Venezuela, se quiere un cambio pacífico, dentro del marco constitucional y legal, para lo cual, las partes deben actuar de buena fe y con absoluto desprendimiento. Toda esta teoría ha chocado como con un muro infranqueable, con la terca posición del régimen de no dialogar y llegar a acuerdos sinceros, rápidos y satisfactorios para ambas partes. Recuerdo el primer intento de acuerdo que se hizo bajo la conducción de la OEA que entonces presidía César Gaviria. Chávez lo que hizo fue ganar tiempo y todo concluyó en aquel referendo revocatorio con resultado más que dudoso. Luego vinieron varios intentos, todos fracasados y que demostraron la mala fe oficialista. Hasta al propio Papa Francisco engañaron y utilizaron. La oposición me imaginaba que había aprendido. Sin embargo aceptó el intento del reino de Noruega, que volvió a fracasar y cuando creíamos que ahora sí había terminado todo el cuento del diálogo o negociación, aparece una oposición paralela, absolutamente minoritaria, de caras ya olvidadas y pasadas de moda, proponiendo de la mano del régimen, una nueva negociación que vemos no terminará en nada. El régimen sólo quiere ganar tiempo y esa oposición paralela sólo quiere ganar otras cosas. Así todo se hace más difícil.
Joel Rodríguez Ramos