¡Gracias a Dios! es una expresión que miles de millones de personas siempre tenemos en nuestras bocas en muchas y variadas circunstancias. Sobre todo, cuando hemos pasado una situación difícil y hemos salido de algún atolladero donde nos habíamos metido. Cuando alcanzamos algún éxito o superamos un obstáculo que nos impedía avanzar hacia otras metas con frecuencia la pronunciamos. Pero “Gracias a Dios” se ha tornado en un simple cliché, que de manera automática, por costumbre, al mejor estilo de un robot, sale, casi siempre, sin ningún sentido, de nuestras bocas. Creemos, en nuestra opinión, nos es más que una forma de llevar la vida, simple tradición, pero que no guarda ninguna relación con lo que en esencia esas palabras deberían significar. De lo que Dios en realidad espera de nosotros.
No dudamos que dicha expresión pueda salir de una boca agradecida, pero la práctica diaria y el propósito de quien la pronunció, a menudo está muy lejos de ser verdaderamente agradecida. Dios nunca estará satisfecho con que le agradezcamos por mero formalismo o emoción. Porque ya pasó el miedo o superamos la situación embarazosa y de esa manera salió espontáneamente de la boca del afectado. Cuando Dios recibe esas palabras de GRACIAS, espera que quien lo profesa lo demuestre con hechos, con acciones, con obediencia a su palabra y servicio a los más necesitados.
Dios dice “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” Prov. 23:26. Por supuesto no se está refiriendo al músculo del cuerpo. Se refiere a tu mente, tus pensamientos y tus acciones. Se refiere a tus actos de obediencia a su palabra. De amor, piedad y misericordia por los demás, no importa sean de afectos políticos diversos. Sin escusas, justificaciones y motivos absurdos para no hacerlo. Eso es lo que Dios aspira. No un simple “gracias a Dios”.
¿Cuantas veces decimos “gracias Dios” por la bendición o el acto de misericordia recibido y somos incapaces de compartir esa bendición con otros? Así es como funciona el verdadero agradecimiento. Cuando atendemos de corazón a los más necesitados. Y DIOS lo deja claro. “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; … Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Mat.25:37-43. ¿Cómo les parece?
¡Hasta la semana que viene por la WEB DIOS mediante!
William Amaro Gutiérrez