El régimen sigue jugando, a pesar de que atraviesa su peor momento, aún cuando se quedaron solos, sin apoyo y sin aliados internacionales, fuera de los aprovechadores de siempre. Para seguir jugando, los usurpadores necesitan actores que se acuesten en su cama, monigotes que se presten para el juego y sirvan de alcahuetas, por usar un término suave, los denominaremos colaboracionistas.
Los colaboracionistas esta semana montaron otro show ante los ojos de toda Venezuela: intentaron legitimar, infructuosamente -una vez más-, al régimen usurpador que el mundo entero ha calificado como ilegítimo. Firmaron un supuesto acuerdo político en el que le ofrecen a Nicolás Maduro el reconocimiento de la espuria asamblea nacional constituyente y la cohabitación en el escenario político nacional. Como si ellos tuvieran la cualidad para comprometer la voluntad de un pueblo que no los reconoce ni los acompaña.
Hablemos de ellos, de quiénes son y qué buscan. Se trata de ciudadanos de muy cuestionada y comprometida moralidad y credibilidad. Son seudo dirigentes autoproclamados de “oposición”. No manejan estructuras partidistas ni políticas con influencia sobre la toma de decisiones dentro de la corriente política evidentemente mayoritaria del país. Tampoco tienen representatividad alguna en la instancia que hoy está a la vanguardia del proceso de rescate de la democracia y la libertad de los venezolanos, la Asamblea Nacional, hoy presidida por el presidente encargado de la república , Juan Guaidó. En pocas palabras, estos colaboracionistas no representan a nadie, no hablan en nombre de nadie. La única cualidad que poseen es la de ser los serviles incondicionales del madurismo y de sus pretensiones de seguir en el poder eternamente.
Con nombres y apellidos: Claudio Fermín (Soluciones), Henri Falcón (Avanzada Progresista), Timoteo Zambrano (Cambiemos), Felipe Mujica (MAS) y otros infortunados que no merecen la atención de un país que tiene prioridades mucho más importantes que atestiguar episodios tan lamentables como el anteriormente narrado, son los “líderes” que encabezan esta cantinflérica acción que ellos mismos han llamado “política de altura”, cuando irónicamente, se trata lo contrario, del arrastramiento, para poder sobrevivir, de quienes han fracasado en todos sus intentos de hacer política.
Sin pretender impartir cátedra de negociaciones políticas a estos mendigos del colaboracionismo, es necesario destacar que uno de los elementos clave para que una negociación pueda surtir resultados efectivos, es la legitimidad de los actores que participan en la misma. No se puede negociar con personas que no cuentan con la legitimidad para negociar. Si usted no es dueño de un vehículo, usted no se puede sentar a determinar las condiciones de su entrega. Lo mismo sucede con la dinámica de la realidad nacional actual. El único actor político que cuenta con el respaldo popular, expresado en el 75% de los electores que les escogieron para acordar los diferentes términos que permitan dar fin a la crisis actual, es nuestro legítimo parlamento nacional y nuestro presidente Guaidó.
Ahora bien, entendida la cuestionada procedencia de los elementos protagonistas de esta vergonzosa historia y la evidente intencionalidad que persiguen quienes están detrás de este circo, también cabe hacer el aviso a los demás actores que hacemos vida en el escenario político nacional. El país hoy demanda la mayor firmeza posible en un momento tan decisivo y determinante para la lucha por la democracia. No podemos darnos el lujo de caer en este juego macabro, porque estaríamos siguiendo el libreto del régimen. Ninguno de los miembros de la unidad opositora puede trastabillar en el avance hacia la ruta que nuestra Asamblea Nacional ha propuesto para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y las elecciones realmente libres.
Cualquier iniciativa que contraríe lo señalado por Juan Guaidó y la unidad representada en cada una de las 112 diputaciones del parlamento, debe ser tratada como un intento de los usurpadores por destruirnos y garantizarse a sí mismos la permanencia en el poder. Bien pendejos seríamos si después de haber avanzado hasta este punto, sucumbimos ante el desespero y la frustración que nos causa esta tragedia.
Ninguna resulta proveniente de ese fraudulento acuerdo, puede ser tomado en cuenta como una expresión sincera de voluntad para acordar soluciones para los venezolanos, sino como una respuesta de manipulación para legitimar a una oposición que no es tal. El régimen tuvo la oportunidad de sentarse a construir una salida acordada y ofrecer alternativas para dar término al sufrimiento de los venezolanos: Barbados. Pero ellos escogieron el camino duro, el de la desestimación del diálogo como herramienta de entendimiento político y prefirieron tomar el camino de la mala fe, de las artimañas y triquiñuelas que solo engañan y no colaboran a la resolución.
Se han ofrecido liberaciones de presos políticos en esa mesa chueca de negociaciones para intentar hacer creer que los colaboracionistas son los verdaderos líderes que pueden lograr lo que la Asamblea Nacional no ha logrado. En efecto, ha sido liberado el diputado Edgar Zambrano y se han anunciado otras posibles liberaciones, sin embargo, no es una prebenda ni un favor recibido. Los propios secuestradores de cada preso político, son los que hoy quieren anunciar con bombos y platillos que van a reconocerle una libertad que nunca debieron perder nuestros diputados ni dirigentes por el simple hecho de disentir de la dictadura. Por tal motivo no puede haber ningún tipo de concesiones ante los culpables de la crisis.
Esperemos que ninguna de las organizaciones con peso político dentro de nuestras filas llegue a pecar de inocente o de exceso de ambigüedad para prestarse a formar parte de la comparsa de colaboracionistas que hoy desfila por Venezuela.
Hoy debemos ser una unidad monolítica en acción y criterio político. Nuestro país y nuestra gente no va a tolerar más guabineo. Las páginas de historia no se escriben con medias tintas. Es el momento de las definiciones. Después de ojo sacado, no vale Santa Lucía.
Miguel Peña
@MiguelPenaPJ