El celebrado científico de reciente desaparición, Stephen Hawking, nació el 8 de enero de 1942 y murió el 4 de marzo de 2018, a los 76 años, 1 mes y 24 días de nacido. Su vida prodigiosa es una hazaña que ningún humano hasta él, había podido enfrentar y domeñar. Casi toda su existencia estuvo signada por la fatalidad. Desde su niñez se le descubrió la enfermedad llamada en los Estados Unidos de “Lou-Gehrig” (esclerosis lateral amiotrófica). Sin embargo, precisamente paralizado, estudió y se destacó como el científico más brillante de nuestro tiempo. Mucho del conocimiento acerca de los agujros negros lo debemos a él, porque fue un especializado de este aspecto de la ciencia; y, sobre todo, de la teoría de la relatividad de Einstein.
Fue el primer científico en valerse eficientemente del desarrollo de la tecnología del presente. Vivió sobre una silla de rueda prodigiosa que lo movilizaba. Se enamoró de Jane Wilde, se casaron y procrearon unos hermosos hijos. Su voz tuvo el acento norteamericano porque fue una máquina diseñada en los Estados Unidos que tuvo el prodigio milagroso de integrarse a su inteligencia para difundir su excepcional pensamiento. Fue una máquina que habló por él sometida a su prodigiosa inteligencia. Que interpretaba y pronunciaba las palabras mediante la creación interior de sus imágenes acústicas. Todos sus conocimientos tuvieron voz y fueron impresos en demandadas publicaciones.
Su gran propósito, sin embargo, estuvo orientado a crear en una teoría la unificación de las cuatro fuerzas que rigen en el las universo. Este anhelo suyo lo frustró su inevitable desaparición. Pero si contra su voluntad la vida hubiese obtenido otra derrota suya, dada su tenaz tozudes, su sueño era cuestión de meses, según él. Las cuatro fuerzas, posiblemente, hoy estuviese unidas en una teoría que las unificara. Pera la ciencia retardo un poco su indoblegable voluntad y su propósito se fue con él al más allá.
El fue un científico “Nóbel” que la institución que otorga estos premios no se ocupó de conocer. Sus directivos, por razones nada conocidas, padecieron de una ciega invidencia intelectual. Razón por la cual Stephen Hawking, el brillante científico, no le fue permitido que su prodigioso cerebro, que se mantuvo siempre lúcido, disfrutara de ese prestigioso galardón. La humanidad, siempre sensata y sensible con las proesas del hombre, sabe compensar y admirar su novedosa actitud ante la vida y ante la ciencia. El tiempo habrá de ser su perenne e inolvidable galardón.
Carlos Mujica
@carlosmujica928