“La impunidad de los delitos hace que estos se cometan con más frecuencia; al fin llega el caso en que el castigo no basta para reprimirlos.”
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco.
Desde Perú, el 15 de enero de 1.824, así le escribió al general Bartolomé Salom el ser humano más grande que se ha conocido, espero no blasfemar pero para mí, Jesús, el Cristo Redentor, es Dios e Hijo de Dios, no fue un ser humano y, a aquel ser extraordinario, el Libertador, lo parió Venezuela, la “Tierra de Gracia” que ha sido comparada con el Edén.
La impunidad es el estiércol de los delitos; abono extremo que sirve de fertilizante para propagar las peores aberraciones delictivas que pueden destruir a una nación y que constituyen una amenaza hemisférica y hasta global.
La justicia debe analizar la trayectoria histórica de las profética palabras del Padre de la patria.
Hemos sido testigos silentes de hechos abominables que, por aberraciones políticas y en nombre de la paz fueron sobreseídos o indultados creando el terreno para que sean cometidos con mayor frecuencia.
Personas integrantes de execrables dictaduras llegaron a ser presidentes de la república y crearon cuerpos represivos que siguen actuando, apuntando y accionando sus armas, contra ciudadanos indefensos cuyo único delito es protestar por la violación de sus más elementales “Derechos Humanos”: derecho a la vida, a la salud, a la salubridad, al agua potable, a la energía eléctrica, la defensa de la propiedad, al trabajo y a su justa remuneración, a la libertad de expresión. Cometen sus descarríos a pesar de la maldición pronunciada por Bolívar y utilizan su nombre para justificar sus delitos.
Han sido asesinos de jóvenes, casi niños, que a los 18 años, cumpliendo con el deber de cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, fueron enviados a las montañas donde eran cazados como animales, muchos murieron en emboscadas traicioneras y cobardes efectuadas por los guerrilleros que después fueron tildados de héroes, y hasta condecorados en bufonas actividades propias de circos baratos. No se puede dejar de recordar, la masacre del tren de El Encanto y las invasiones realizadas en Machurucuto, el Carupanazo y/o el Porteñazo.
Jamás será tarde para esclarecer lo que realmente ocurrió en el llamado Caracazo, los golpes de estado del año 1.992, tantos y tantos muertos claman por la verdad para luego determinar el porqué del indulto otorgado después.
Hoy la historia se escribe con mayor claridad a pasar de las manipulaciones politiqueras, basta con utilizar la lógica y la razón para establecer los parámetros con los cuales el ciudadano común puede actuar con objetividad y sensatez.
El entramado creado en la república que fue líder en libertad y democracia sólo lo podrá resolver, precisamente, la experiencia adquirida en materia legal. La turbulencia de las aguas siempre viene precedida por la calma de las mismas y esto hace que el lodo y la inmundicia se decanten y el agua clara sale a la superficie.
La justicia nacional y la internacional deben actuar perentoriamente. Necesario e imperioso es, crear un precedente para que el exterminio, al cual ha sido expuesta la ciudadanía venezolana, jamás vuelva a repetirse.
El 9 de enero de 1.824, en carta dirigida a Tomás de Heres, decía el Libertador:
“De la paz se debe esperar todos los bienes y de la guerra nada más que desastres…
Somos hombres y debemos emplear la razón antes que la fuerza.”
Maximiliano Pérez
