Las elecciones no son por sí solas la salida de la crisis venezolana pero, tarde o temprano, la solución pasa por la celebración de unas elecciones libres, limpias, justas, competitivas en las que el pueblo venezolano pueda decidir.
Sea política como yo quiero y por lo tanto acordada o a través del camino siempre tortuoso de la fuerza, por actos nacionales, extranjeros o ambos, la ruta de Venezuela para salir de su crisis, los venezolanos deberán ser convocados a votar. La votación no resuelve un conflicto que se ha profundizado y ensanchado, pero ayuda a crear un marco de condiciones propicio a regularizarlo. Reconstruir la comunidad política y su institucionalidad es trabajo más largo y complicado, pero de unas elecciones creíbles partirá el dinamismo que con fuerza suficiente empujará el proceso de rescatar la vida republicana.
Creíbles es la palabra clave. Elecciones creíbles. Creíbles para todos, porque si no, de nada servirán. O sea que hacer un 20 de mayo parte II o una versión de esa jornada con otros autores, nos dejaría intacta la causa del problema y, por lo tanto, no habríamos avanzado un paso, con el agravante de que la situación no se estabiliza sino que empeora. Creíbles para la mayoría que aspira un cambio y creíbles para la importante proporción de los venezolanos que cree en el chavismo o en su versión madurista.
Esa elección creíble no es cualquier elección. Debe ser libre de verdad. Libre en la posibilidad de hacer campaña, de comunicar el mensaje, de organizarse para presentar candidatos, buscar votos, votar y defender el resultado. Debe ser limpia y justa, sin ventajismos ominosos y con posibilidades reales de resolver oportunamente los problemas que en materia de equidad con los competidores se presente. Pulcritud y justicia que incluyen la ausencia de discriminaciones para partidos, candidatos y electores, en el territorio o en el exterior, inscritos o por inscribirse. Competitivas porque no están prediseñadas para que uno las gane y los demás se traguen mansamente que perdieron, sino que cualquiera tiene oportunidad real de ganarlas y es el pueblo, libremente, el que decide quién.
La credibilidad de la elección pasa por la seguridad en el respeto de los resultados. Un respeto que no es formal, de la boca para afuera, sino real. Es decir que no pase como con los resultados de las elecciones de gobernadores, alcaldes o Asamblea Nacional. En esto, ayudaría decisivamente que el sector militar, principalísimamente su vocero, evite las declaraciones y actitudes que se ven, se oyen y sobre todo, se huelen, demasiado partidistas.
Ojalá que más temprano que tarde esas elecciones vendrán y es necesario que el liderazgo político, los partidos organizados y la sociedad civil, se reparen para ellas. Se preparen en lo psicológico y en lo organizativo. Tengan claro qué hacer y cómo hacerlo. Acuerden modos, como antes ya lo han hecho, para ofrecer candidaturas, programas y compromisos unitarios. Sin pérdida de tiempo.
Ramón Guillermo Aveledo