Hablamos demasiado, por eso me gustó esta frase que encontré en medio del punto 799 del libro FORJA de san Josemaría Escrivá:… Callar y confiar: dos armas fundamentales en el momento de la adversidad,… El punto es más amplio, pero a mí fue esto lo que me resaltó para la reflexión sobre el momento de nuestra adversidad. Se nos puede aplicar aquello de mucho ruido y pocas nueces. Gastamos saliva y tinta inútilmente. Todo tiene tinte de fracaso.
Sin embargo, el fracaso no es siempre negativo, de éste ha salido muchas veces el impulso para un triunfo. Lo comprobamos en la historia civil, militar y política de los pueblos, como en la historia del arte, de la ciencia y la cultura en general. Porque el fracaso no existe mientras no haya hombres que se sientan fracasados. Detrás de cada logro en cualquier campo, hay siempre alguien de temple, que no se deja vencer y, sobre todo, que practica a fondo la disciplina de esperar.
Tendemos a arrebatarnos con el tiempo: ya, ahora…, cuando no ayer. Nos invade la angustia de que éste pasa y no sucede nada. No ocurre algo en apariencia cuando semillas y raíces trabajan bajo tierra, pero justamente ahí, en silencio y oscuridad, se está gestando y nutriéndose de fuerza el retoño que luego será árbol robusto imbatible ante los vendavales. Así también el rascacielos que desafía la gravedad en su disparo esbelto hacia lo alto, porque está cimentado en unas sólidas bases invisibles. ¡Cuánto hay en la sombra que trabaja tenazmente para la luz!
Nos falta confianza, no sólo en nosotros mismos sino en aquellos que dan la batalla por nosotros. Enseguida salimos a acusar de inertes a nuestros líderes que están en el país o a los de fuera de darse la gran vida en un exilio dorado. ¿Qué sabemos? ¿Quién nos informa de actividades secretas? Si las llegamos a conocer ya no serían tales y perderían toda eficiencia. Siento una paz optimista cuando nada sé, en cambio me inquietan los rumores porque generalmente son una amalgama informe con más falsedad que verdad. Desasosiegan. La ignorancia da calma, lo cual no es indiferencia sino fe.
Confío en que alguien trabaja por rescatar lo perdido con dedicación y esa eficacia que da la paciencia. Si no puedo ser parte activa de esta labor escondida, no sólo por mi avanzada edad, sino por falta de aptitudes -que nunca tuve- para militante político, al menos puedo callar y rezar. Las habladurías desgastan, desprestigian las acciones y a sus líderes, empañan; generalmente las protagonizan los que menos hacen. Hay una frase muy sarcástica oída por ahí: el que puede hace, el que no puede enseña. Es desgraciadamente cierta en muchos casos y en esta hora conflictiva y crucial de Venezuela, podríamos traducirla así: el empeñado lucha, el abúlico critica.
Esperar no es perder el tiempo, es inteligencia y olfato para saber cuando un fruto está en sazón, por no emplear el verbo que calza porque para nosotros, adjetivado y vuelto apellido, se nos ha vuelto insoportable. El que cultiva la tierra sabe aguardar ese momento, por eso no recoge la cosecha antes porque se le pasma, ni después porque se le pudre. Cuidado si las derrotas habidas han sido por esa precipitación impaciente. No era la hora, la fruta estaba verde. Quizás algunos pienses que fue por lo contrario: hubo tardanza y el producto se descompuso. No sé.
Sólo sé que hay que callar y esperar. Algunos -los héroes- pueden alterar el curso de los acontecimientos, pero no la huella que dejan y constituye la historia. Su acción, conocida o no, tendrá un resultado. En éste debemos confiar. Hoy es necesario ese voto. Termino con un apropiado final que me da san Juan de la Cruz rematando el punto 159 de sus Dichos de luz y amor (lo que precede son consejos ascéticos, no para todos):… no querer saber nada, silencio y esperanza.
Alicia Álamo Bartolomé