El caso de Venezuela palidece ante el mundo frente a las históricas carnicerías de monstruos como Hitler, Stalin, Mao y Pol-Pot. Y aun con tragedias como las de Cuba, Uganda, Sudan, Bosnia o Siria, y resulta contraproducente compararlas exageradamente.
Visto desde afuera, al régimen le calzan adjetivos como soez, torpe, bárbaro, sucio, repugnante y despreciable. Pero jamás temible, por más que de todo esto se aprovechen aliados mercenarios, como los castristas o Putin.
Lo que hoy sufrimos es una mera extensión de la continua lucha venezolana entre civilización y barbarie, incluyendo los episodios de Boves y Zamora; junto a un compendio desorbitado de los peores defectos y debilidades de los elementos más deleznables del país.
Para reconocer la historia reciente basta recordar algunas frases proféticas de Simón Bolívar al final de sus días, en carta a Juan José Flores:
“La súbita reacción de la ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban o más bien los va a completar. V. verá que todo el mundo va a entregarse al torrente de la demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! ¡y desgraciados de los gobiernos!”
“Los pueblos son como los niños que luego tiran aquello por lo que han llorado”.
“Desgraciadamente, entre nosotros no pueden nada las masas, algunos ánimos fuertes lo hacen todo y la multitud sigue la audacia sin examinar la justicia o el crimen de los caudillos; más los abandonan luego al punto que otros más aleves los sorprenden.”
“Y después ¡qué hombres! Unos orgullosos, otros déspotas y no falta quien sea también ladrón; todos ignorantes, sin capacidad alguna para administrar.”
“El que sirve una revolución ara en el mar”
“Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos.”
Con todo ese trasfondo, quienes andan mendigando que de afuera nos saquen las castañas del fuego concitan más desdén que lástima en una comunidad internacional que de sobra sabe que hasta aquí hemos llegado por errores propios.
El factor fundamental que hoy redime a la sociedad venezolana ante el mundo y consigue el reconocimiento que reciben la Asamblea Nacional y el presidente encargado Juan Guaidó es la inagotable persistencia del masivo movimiento democrático venezolano – aun con todas sus fluctuaciones en humores y entusiasmos. Y eso se gana con valentía, audacia y responsabilidad, sin poses y teatrales declaraciones.
Antonio A. Herrera-Vaillant