Me he dispuesto a escribir este análisis a los fines de responder a diversas inquietudes y comentarios que a diario escucho sobre la expectativa que rodea el futuro, el día después de mañana.
Hemos escuchado una frase de manera reiterada: “aunque la economía se estabilice, aquí tendrán que pasar muchos años para cambiar la mentalidad de los venezolanos”, refiriéndose a la cultura que se han forjado nuestros ciudadanos en la jungla de la anarquía en que nos convertimos.
Sin embargo, las consideraciones negativas sobre nuestro porvenir tienen su contraparte. Venezuela no solo tiene malos presagios. Hay un inmenso mar de esperanza e ilusión con respecto a cómo nos volveremos a parar y lo que debemos hacer para que seamos la nación que crece, pujante y próspera, pero sobre todo, de paz, amor y felicidad. Estamos los que tenemos plena certeza de que apenas recuperado el sistema de libertades y la democracia, renaceremos de nuestras cenizas.
Hay ejemplos en la historia: Colombia se recuperó de una etapa catastrófica signada por la violencia, el terrorismo, el narcotráfico y el sometimiento de los valores sociales a la apología a los delincuentes. La España post Franco superó todos los estragos causados por la dictadura militar. Los chilenos tienen hoy uno de los países mejor parados en el continente, a pesar de haber sido víctimas de la tiranía y el irrespeto de los derechos más elementales durante la era Pinochet.
Por eso nos preguntamos, ¿acaso los venezolanos somos menos que los colombianos, españoles o chilenos? ¡Por supuesto que no! – ¿Entonces? – ¿Será que existe alguna condición propia de esas naciones que haga viable la recuperación económica, social y política de la cual nosotros carezcamos? ¡Mucho menos! Definitivamente NO.
Por el contrario, sin ánimos de vanagloriar nuestro gentilicio, Venezuela tiene muchas más condiciones que nos hagan pensar que nuestra reposición no sólo será posible, sino mucho más rápida de lo que algunos pájaros de mal agüero aseguran. Sí, sin temor a equivocarme, puedo asegurar que existen muchos elementos que nos permitan pensar que haber tocado fondo puede generar un efecto resorte para subir y llegar a donde sea que soñemos llegar como nación. Y esta afirmación no tiene nada que ver con el espíritu luchador que llevamos en la sangre de libertadores que corre por nuestras venas, ni con haber transitado decenas de dictaduras opresoras en siglos pasados pudiendo luego recuperarnos satisfactoriamente para convertirnos en el país que recibió a esos colombianos, españoles y chilenos que huían de sus países como hoy huyen los venezolanos. No lo digo yo, lo dicen los libros de historia universal contemporánea y lo dice la voluntad de millones de testarudos que habitamos en este país y que vamos a ponernos al frente del proceso de reconstrucción nacional.
Ahora bien, no es simple retórica ni puro discurso para animar a la gente. No se trata de convencer a nadie de lo imposible. Si algo hemos demostrado desde esta generación de políticos jóvenes comprometidos con Venezuela, es que no vinimos a llenarle la cabeza de ilusiones a nadie. No está en nuestras prácticas pintarle pajaritos en el aire a una población que necesita urgentemente una alternativa de cambio. Vinimos a hablar con la verdad.
Un nuevo sistema vendrá de la mano con un nuevo gobierno, porque desde las principales estructuras de poder gubernamental se promueven los valores y principios fundamentales sobre los cuales se cimientan las bases de un Estado. Imaginémoslo por un momento, un presidente y un equipo de gobierno que en lugar de incitar al odio, al enfrentamiento de clases y fomentar el resentimiento, se dedique a tender la mano a todo el país para el desarrollo, para la armonía y el trabajo. En principio, este es el elemento necesario para iniciar una cadena de responsabilidades que harán posible ese país de ensueño.
Ahora imaginemos un sistema de justicia imparcial, no corrompido, limpio y verdaderamente justo, en el cual se proteja el Estado de Derecho y en el que se ejerza la autoridad que inspire el respeto del ciudadano a la ley. Basta con recordar al caraqueño que 20 años atrás conducía su vehículo en Caracas y de pronto entraba en jurisdicción del municipio Chacao, donde automáticamente el conductor se abrochaba su cinturón de seguridad para evitar ser penalizado por la policía municipal y donde no se concebía la posibilidad de irrespetar un semáforo o usar el celular mientras se manejaba. Eso lo logra un sistema que se practique con autoridad y créanme que la cultura, en términos generales, no había sido sufrido mayores cambios, porque el mismo conductor que esperaba la luz verde en Chacao para poder avanzar, lo podíamos ver unos metros más adelante en el municipio Libertador sin respetar una sola norma de tránsito.
En Venezuela va a llegar la justicia a la que infractores, delincuentes y antisociales deban respetar. Ese día, como por arte de magia, empezaremos a ver la cultura cambiar drásticamente. Del mismo modo veremos cómo se enderezará el funcionamiento de la administración pública. Con un jefe de gobierno que desempeñe su cargo en el marco de la moral y la ética, veremos a funcionarios que antes acostumbraban a realizar prácticas indeseadas, cumpliendo con la norma, porque aquí es probable que no necesitemos nuevas personas, sino nuevas autoridades, ejercer el poder sin tener consideraciones con la corrupción ni las malas mañas. No habrá cabida para los corruptos, ellos se van con Maduro.
Soñemos con universidades y escuelas que puedan contar con el apoyo financiero del Estado, para el desarrollo de los conocimientos a todos los niveles, la investigación y la formación de nuestros jóvenes, sin desvío de recursos que terminan en cuentas personales de los gobernantes que llegan al poder para llenar su bolsillo y no para atender a quienes le eligen.
Y finalmente, existen condiciones naturales de nuestro país que hacen inviable el largo plazo para reconstruirnos. Un país rico en minerales, con el mayor potencial turístico de la región, con probada capacidad de producción alimentaria, con uno de los más altos índices de calidad académica de nuestros profesionales, con una posición geográfica privilegiada natural y comercialmente, va ser favorecido indefectiblemente por la inversión de decenas de países que apostarán a su bienestar económico aprovechando todas esas virtudes que aquí consiguen y que nosotros vamos a capitalizar en favor de nuestra gente que tantas oportunidades merece.
Lo que viene para Venezuela es grande, lo que va a ocurrir aquí una vez que restablecezcamos la democracia será el giro más impresionante que país alguno dará en la historia contemporánea. No habrá extranjero que no mire con celo lo que aquí lograremos. Nuestra voluntad de cambio pero sobre todo nuestro deseo de ser lo que tanto potencial tenemos para lograr, serán nuestras principales herramientas para conseguir hacer realidad nuestros sueños.
Pronto viene nuestro sueño, está a la vuelta de la esquina, sigamos empujando hasta llegar, que mirando hacia atrás pensaremos “¡Qué duro fue, pero lo logramos!”
Miguel Peña
@MiguelPenaPJ