El mundo entero despide este 28 de julio a Carlos Cruz Diez, maestro del color y el cinetismo. Su arte traspasó fronteras y su don de gente le hizo merecedor del cariño de miles de personas.
A propósito de su paso a la Eternidad, elimpulso.com comparte con ustedes la entrevista realizada por la periodista Violeta Villar Liste, curiosamente, un 17 de agosto, día de su cumpleaños.
El cielo se pinta de mil colores y los venezolanos aplauden de pie la vida de esta gloria del arte. ¡Hasta siempre, Carlos Cruz Diez!
El único ejercicio que ha hecho a lo largo de sus 93 años de vida ha sido “mover la mandíbula”, lo cual, en el maestro Carlos Cruz-Diez, equivale a ponerle una sonrisa a cada circunstancia. Esta, confiesa, es su receta para mantenerse con la vitalidad de la juventud cuando hoy, 17 de agosto, celebra un nuevo cumpleaños.
Enamorado del color, serenatero y “parrandero”, el maestro de maestros, referencia de la plástica mundial, tuvo una gran suerte en su vida: la de nacer en el hogar de Carlos Eduardo Cruz Lander y Mariana Diez Feo. Su padre era químico pero también poeta, amigo de Ramos Sucre y admirador de Rubén Darío. Gracias a esta circunstancia, cuando el hijo único del hogar Cruz-Feo se declaró artista, padre y madre lo apoyaron.
Nació en Caracas pero ahora está pasando una temporada en Panamá, país en el cual fundó en el año 2009 el taller Articruz, desde el cual estimula el proceso creativo de los artistas de cualquier geografía.
La última vez que visitó Venezuela fue hace diez años “pero me mataron”.
“¿Cómo maestro?”, es preciso preguntar en modo exclamación al verlo tan lleno de vida, sentado ante su escritorio de Articruz en Panamá.
“Cuando llegué al Aeropuerto de Maiquetía, una muchacha muy amable me reconoció y me preguntó si alguna vez había tenido problemas con mi pasaporte. Le dije que no y ella respondió: Es que usted en el sistema figura como muerto”.
Es fácil imaginar la cara de sorpresa de ambos, de la funcionaria de Migración, quien creía estar frente a una aparición bíblica y, la del propio maestro, muy satisfecho con su forzada resurrección en el país que lo vio nacer y ya lo creía fallecido sin entierro previo.
-93 años es casi un siglo vivido. ¿Hay razones para celebrar? ¿Qué celebra y lamenta el maestro?
-Estoy agradecido. Digo como la canción de Violeta Parra: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”
Me fabricaron con materiales de excelente calidad y he logrado llegar a la edad en la cual murió mi madre, 93 años. El día anterior, estaba la peluquera arreglándola.
Cuando falleció, me encontraba en París, pero a ella la acompañó el cariño de mis hijos.
“Celebro la oportunidad de hacer, decir y estar vivo con salud. El tiempo no me ha afectado la cabeza; he podido seguir la parranda”.
Los lamentos no lo acompañan. Por el contrario, está satisfecho porque luego de tantas décadas de intentar comunicar un discurso del color, en la actualidad, las nuevas generaciones lo comprenden.
“El arte enseña a disfrutar lo sutil” y en compañía de muchos artistas ha logrado mostrar lo que antes no era evidente.
-Cada cumpleaños nos enfrenta al pasado que fuimos y al futuro que está por venir, si bien, en sus palabras, ahora la humanidad cree en lo efímero y se ha olvidado de la eternidad. Por ahora sólo hablemos del pasado. Después lo haremos del futuro. Diríamos como el nombre de su autobiografía: ¿cuáles son los recuerdos que recuerda de su vida vivida en arte?
-El hecho de haberme ido a París fue determinante. Lo hice en el momento justo. Ni un día antes ni un día después y allí pude desarrollar mis ideas, que tomaran forma y se pudieran comunicar como quería, porque hay sitios donde las ideas se pueden difundir y en otros no. París, Nueva York, Londres… eran centros de difusión de las ideas.
Hace un inciso para recordar que el nuevo tiempo ha llevado a la creación de otros espacios de difusión del conocimiento. También, de la mano de la tecnología, no es necesario estar en sitios específicos y, sin embargo, se puede habitar en muchos lugares.
De hecho, acaba de recibir un premio en Praga; otro reconocimiento en Londres, “pero como tengo un equipo maravilloso, en mis hijos y nietos, que me representan, no tuve necesidad de viajar”.
“Estamos cambiando; hay una nueva civilización: se expresa en la compactación del tiempo; en la comunicación instantánea. Esa realidad está modificando la sociedad”.
-¿Pero la tecnología nos está llevando a comunicarnos más o a separarnos más?
-Hay una paradoja: esa facilidad de comunicación ha creado una tendencia a huir. Los restaurantes, los metros, la calle… está llena de gente que no está presente (por el uso del celular o los aparatos electrónicos). Además, esa comunicación se ha vuelto muy banal; se perdió la costumbre epistolar.
-Maestro, ¿sin París sería hoy Carlos Cruz-Diez?
-En lo absoluto, habría desaparecido porque desde muy temprana edad me di cuenta que hay países por donde no pasaban las coordenadas de la historia. En Venezuela, en ese momento, no ocurría nada; todo sucedía afuera. Nuestros artistas no figuraban en ningún libro de arte o de literatura. Ahora, eso no ocurre. Con el cambio de civilización, lo que pasa en Venezuela se sabe en el mundo.
Recuerda, al retomar la circunstancia de su mudanza a Francia, que llega a Europa no a buscar sino a presentar su discurso.
“En Venezuela hice una exposición y la gente no entendía”. “¿Qué es eso?”, le preguntaban.
En París, curiosamente, no fue distinto. Creyó que tendría una aceptación inmediata pero también le preguntaban “¿qué es eso?”
-¿Cuándo dejaron de preguntarle qué es eso?
-Pasó mucho tiempo. He vivido en una sociedad de ciegos y sordos, porque lo evidente no lo detectaban. Pero, desde hace unos veinte años, se ha aprendido a ver y escuchar. El arte abre horizontes y esa es la difícil tarea del artista: llevar al límite.
-Maestros hay triunfos que nadie escribe en las biografías al lado de los premios y las condecoraciones: el de tener una familia unida…
-Mi familia constituyó un proyecto vital. Fui hijo único y siempre necesitaba de la gente. Mi madre decía que inventaba juguetes, hacía papagayos, escribía periódicos y llevaba a los amigos a compartir en casa.
“Siempre fui parrandero”. Tanto, que la madrugada no le resultaba desconocida y llegar puntual al trabajo era un esfuerzo sólo superado por la disciplina y la siesta que lograba robarle al mediodía.
Luego, cuando pasa el tiempo y decide formar hogar, “empatarme”, dice con picardía juvenil, consigue a la mujer de su vida, a Mirtha, a quien le fue franco: “Vivo en arte y en un taller”. Ella, hasta el final de sus días, estuvo de acuerdo e hijos, nietos y ahora bisnietos se han logrado integrar a este “mundo de invención y sorpresas”.
Explica que tanto en Articruz, el taller de Panamá, como en el de París, hay alegría, “euforia, optimismo y gozadera” porque “existe el placer de hacer y obtener un resultado. La gente se aburre cuando eso no pasa”.
-Panamá y Caracas. Dos maneras de vivir y de sentir. ¿Cómo se integran en Articruz?
-Estoy muy contento con la decisión de Jorge (su hijo) de venir aquí y fundar un taller que nunca imaginé tener, con posibilidades técnicas y materiales.
Continúo con la tradición no sólo de hacer mi trabajo, sino de buscar la colaboración de otros artistas y apoyarlos en el desarrollo de sus obras.
“Panamá es un país tranquilo; somos la misma gente. Me recuerda a la Venezuela de los años 50 cuando ocurrió un boom económico y de la emigración. Al país que hoy conocemos lo inventaron los emigrantes, portugueses, italianos y españoles”.
Los cuadros, soportes del conocimiento
-¿Hay una crisis de la estética plástica clásica?
-Cada generación crea su discurso. Hoy no podemos hacer una representación como la de Velázquez o Goya porque no tiene sentido. Los conceptos han cambiado. Antes la meta era representar la realidad; detener el tiempo en un cuadro…
“Cuando aparecen otros medios más eficaces, ya el objetivo de la pintura era abrir horizontes para el espíritu; nuevas posibilidades de soñar y crear. Surge el arte abstracto, el surrealismo, el cubismo y la última vanguardia que es el cinetismo. Por primera vez, en lugar de imitar realidades, se propone que los cuadros sean hechos donde ocurran situaciones en el tiempo y el espacio. “Nosotros no hacemos cuadros ni esculturas; hacemos soportes de acontecimientos”.
-Ha afirmado que el fenómeno cromático es una situación de perenne inestabilidad. ¿Cuál es el lugar del espectador detenido ante esta realidad artística que lo convoca?
-Es una experiencia vital. No es una contemplación pasiva. No es una interpretación. Es una vivencia. El color está allí: nos movemos un milímetro y desaparece. Esa noción no existe en un cuadro de Goya o de Velázquez. Al ser un acontecimiento cada quien lo capitaliza, lo convierte en su propia mitología. Son soportes para ir a la realidad interior.
-¿Cuál es la escuela literaria más cercana a su teoría del color?
-Autores como Proust o Cortázar, quienes establecieron otras maneras de narrar. En sus textos no hay tiempo; en otras narrativas, la estructura es del tiempo cumplido.
-Osbel Suárez en el texto La razón del color, sostiene que la búsqueda de Carlos Cruz-Diez es la autonomía del color. Luego, ¿cómo queda el campo de referencias del espectador?
-Es contradictorio, porque el artista siendo un egoísta, lo que produce es para los demás. Hace lo que siente y pasa por su espíritu. El arte es una expresión provocadora.
-En el campo literario hay autores que reniegan de ciertos libros publicados. ¿Hay alguna obra suya que bajaría del pedestal?
-Mi tarro de basura es millonario; hay muchas cosas que he desechado.
Antes de trabajar con la computadora, creaba mis obras como el músico que tiene la partitura en su mente: el resultado lo intuía y si al realizarlas no gustaban, las eliminaba. Ahora, gracias a la tecnología, puedo visualizar el final de la creación y ahorrar tiempo.
-¿En este mismo concepto, ha tenido alguna época en la cual resultara afectado por el fenómeno Bartleby, es decir, el del escritor que renuncia a escribir, en este caso, que se negara a crear…?
-No, es una necesidad interior muy grande. Lo único que transmito a mis colaboradores es no tener piedad ni compasión con el trabajo: debes ser el crítico más feroz de tu propio resultado. Ese criterio y esa disciplina, desde muy temprano, han conducido a la realización de mi obra.
-Afirmó en una entrevista con Gloria Carnevali que su obra es coherente con su tiempo. Un siglo, su vida, es mucho tiempo. ¿Podríamos decir que su obra ha sido coherente con cada etapa de su tiempo?
-Creo ser coherente porque viví las nociones que estaban en juego. Soy de la generación que desarrolló sus conceptos basados en las nociones y teorías de Einstein. He querido darle a mi trabajo la connotación de espacio y tiempo. Ahora hay otras teorías y una mayor información sobre el universo que van a generar nuevos conceptos.
La sociedad cambió
-Sabemos que no sólo el color y el movimiento constituyen su obsesión. Carlos Cruz-Diez es un hombre militante de la vida, no encerrado en su taller. De uno a otro siglo: ¿estamos en una historia mejor o la humanidad corre el riesgo del extravío?
-Me siento muy feliz de estar vivo porque somos la generación que ha cerrado el bucle que surge en el Siglo de las Luces. Las nociones económicas y los discursos políticos de los siglos XVII, XVIII y XIX son obsoletos porque la sociedad cambió. Se compactó el tiempo y sus nociones. Lo que está sucediendo en Estados Unidos con el señor Trump, demuestra de manera dramática el fin de los discursos, de conceptos como democracia, socialismo o marxismo. No son coherentes con el rumbo actual de la sociedad. Es preciso reinventarlos.
“La falta de confort espiritual ocurre porque estamos a caballo entre el fin y el comienzo de una nueva civilización”.
-Los estudiosos afirmaron que la tercera guerra mundial sería por el agua, sin embargo, nadie imaginó a la humanidad enfrentada a un enemigo peligroso quien, en esencia, con los actos terroristas, demuestra no tener miedo a morir…
-Ese movimiento religioso va a generar una profunda reflexión sobre las doctrinas y posiblemente surgirán otras nociones de lo sagrado.
–¿Quién es Dios?
-Dios es el límite del conocimiento
-Otra de sus grandes preocupaciones es la educación. Usted es un maestro, pero un ser humano con vida vivida: ¿cuál es su consejo para las nuevas generaciones?
-No doy consejos porque me daba mucha rabia que me aconsejaran. Un consejo mío puede lucir obsoleto.
Venezuela, el rompecabezas
-Cuando le digo Venezuela, ¿cómo late su corazón?
-Yo he sido siempre muy amante de mi país y muy crítico, porque es como un hijo a quien cuestionas para que sea perfecto. Todas las generaciones hemos soñado con un país que nunca llegamos a ser: es un rompecabezas; están las piezas, pero nadie, hasta ahora, lo ha logrado armar. Comenzamos mal el siglo XIX con la separación de España. Bolívar hizo un esfuerzo inmenso por crear un continente pero lo que logró fue destruirlo y ahora sobrevivimos a esa ruptura histórica. Sufrimos esa terrible realidad del caudillo que da limosna y hasta no superarla continuaremos sin poder armar el rompecabezas.
-En las primeras líneas le pedimos no hablar del futuro porque es esta la última pregunta. A pesar de la nada, de lo fugaz y lo incierto de la eternidad, háblenos del futuro del maestro Carlos Cruz- Diez…
-Eso sí es difícil porque soy un devoto del instante.
-Por lo menos, ¿qué anhela?
-Tener salud y continuar al lado de mis amigos y mi familia como hasta ahora: con alegría. Para Venezuela deseo consiga su rumbo y se arme el rompecabezas.
El color del amor
Le gusta la “música no el ruido”, por lo cual no le agradan ciertas tendencias musicales modernas.
Cuenta que tiene un amigo cuya visita al taller de París, va precedida de una frase. “Siempre que llego de visita a este taller, está sonando música de golpe… de golpe de Estado”.
– ¿Por qué?
– Porque cuando los militares dan un golpe de Estado, cierran las emisoras de radio y ponen música clásica y es la que escucho en el taller.
– ¿Cuál es su color preferido?
– El del amor y sus matices.
– 93 años no pasan en vano. Algún secreto debe tener para conservar su agilidad y su juventud…
– Hago todo lo que no se debe hacer. Mi único ejercicio es el de la mandíbula (reír).
La pasión por el crepúsculo
-Sabemos que guarda a Barquisimeto entre sus afectos…
-Era serenatero y tenía muchos amigos barquisimetanos músicos, entre ellos a los maestros Antonio Carrillo, Rodrigo Riera, Alirio Díaz… y al médico compositor Juan Ramón Barrios.
“Como fotógrafo guardo para la memoria las escenas del terremoto de El Tocuyo” y confiesa una pasión extrema por los crepúsculos de la capital larense, de allí su obra Homenaje al Sol, ubicada en el este de la ciudad, cuya protección ha sido por siempre un debate incesante.
“Es un problema cultural; algún día la cuidarán como ocurre con los monumentos en todas partes del mundo”.
“Siempre se ha dicho, y se lo escuché a mi padre, que Barquisimeto debió ser la capital de Venezuela por su posición y recursos privilegiados. Caracas no tiene condiciones para ser capital. De haber ocurrido lo contrario, no tendríamos esa terrible ranchería; la imagen que recibe quien llega al país por primera vez, es de la miseria y del horror”.
Cuenta, que durante el diseño del Monumento al Sol, en conversaciones con las autoridades de la época, reflexionaba con respecto a las enormes diferencias entre Caracas y Barquisimeto: “A Caracas no la ama nadie porque la gente no es de allí (yo sí la amo porque soy de La Pastora). En cambio en Barquisimeto hay raíces profundas”.