Escultor ¿En qué piensas cuando empiezas a tallar la imperfecta roca? ¿Con qué ojos tallas tus obras, con los ojos del cuerpo o con los ojos del alma?
Con raro empeño empezaste a darle forma a la piedra, con ese amor raro que caracteriza al artista. Has trabajado con tal devoción su rostro que es rara la belleza que ella enseña. Poco a poco has ido dejando allí grabados tu esfuerzo, tu amor, tu constancia, tus emociones y en sus ojos la sublimidad de un atardecer.
En tus horas de trabajo, en cada cincelada vas dejando tus impresiones esculpidas y en cada pedazo de la piedra tu voz le susurra tantas cosas, tus delirios, tus palabras y hasta tus lastimeras quejas -Ayer después de haber pasado por mi vida tantas lunas moribundas, de ver pasar cansadas las arterias del silencio sobre los agujeros áridos de la espera, después de haber desplegado mis mástiles al viento sin hallar un puerto a que aferrarme, susurré a los árboles todas las ausencias que dejaron mis amores, témpanos de hielo sin corazón, sin nada. Quise con versos y serenatas dejar en ellas bien marcadas mis huellas y se quedaron mis hogueras sin avivar, solo me quedan las piedras, el cincel, mi martillo, tú y el gusto con que devoro el tiempo y disfruto de tus ojos entreabiertos. Tú mi escultura imagen que emergió desde el corazón con forma de mujer.
Pienso en ti desde que revienta el amanecer hasta que el oro del sol se hunde en la negrura de la noche. Procuraré que el aire entibie tu cabellera frente al alba, ansiaré ser sueño en tus noches, me pondré un par de alas y te las pondré para volar los dos por el azul del cielo, te plasmaré en mi metafísica emoción de amor, porque tú serás mi musa, cándida buena, princesa de los ojos de tarde crepuscular.
Cuando mi corazón pierda sus alas, el alma sus raíces y mis ojos no te puedan ver, me convertiré en un puñado de cenizas, tú te quedarás esperándome en la misma plaza en que te dejé-
Y mientras pase el tiempo dejando sus estragos sobre de mí, también en ti irá dejando sus huellas, esas de la edad que a nadie perdona. Tos ojos esos en los que puse tanto empeño en darles vida, verán hundirse insomnes las edades. Yo me iré y tú ter quedarás por siempre bañada de luz en el día y en la noche de sombras.
También el paisaje tiene sus esculturas, el viento cincela las rocas, el río las pule y redondea dejando su huella como la va dejando el tiempo en cada grieta del farallón que al borde del precipicio ausculta los silencios dormidos, las soledades del camino.
–Es mi sueño pensar que puedas pensarme desde el frío mármol en que tantos besos he dejado. Te querré hasta el último aliento, aunque no pueda esperarte en el cielo ¿o tal vez sí? En el cielo no hay relojes de olvido y es eterno el amor. En el lecho de mis sueños te esperaré para querernos los dos una eternidad-
Y cuando pase la luna derrochando su plateada luz sobre mi tumba y sobre ti, se abrazarán nuestras sombras bajo las altas ramas de aquel rincón del mundo en que te dejé. Qué importa el tiempo que atrás nos fue dejando, si en él hubo una plenitud, un éxtasis, mil besos, un abrazo y una tarde sublime como tus ojos.
Escultor: Te quedó perfecta aquella estatua de mujer, pero el fantasma que en ella residía no pudiste cautivar, te subyugó. Aunque dejaste dentro de ella todo tu fuego, como era piedra nada en ella entraba salvo el cincel, pero ella entró y se quedó en ti la belleza rara que le diste y contemplaste tantas veces fascinado y le cantaste mientras ibas sus curvas perfeccionando. Te enamoraste de tu obra, dejaste en ella tu gloria de escultor y de poeta.
Amanda Niño de Victoria