Ante una economía fallida «La Naranja» se impone

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Fue Charles Darwin quien dijo que la especie sobreviviente no es la más fuerte, tampoco es necesariamente la más inteligente, pero ciertamente es la que se adapta mejor al cambio. Ante la realidad económica venezolana y un estado que con “ayudas” intenta contener lo inevitable se ha hecho común escuchar frases como: “Mi hijo hace mantenimiento a un sitio web en otro país y producto de ese dinero hemos mejorado los ingresos”. O “Mi amiga estaba sin trabajo y ahora edita fotos digitalmente para una empresa ubicada en tal lugar y está generando ingresos en moneda extranjera.” Estas personas probablemente sin darse cuenta han entrado a una forma de producción que está cambiando el mundo.

Para los expertos en nuevas tendencias económicas si una persona trabaja, en producción de contenidos editoriales, incluyendo áreas audiovisuales, turismo en cualquiera de sus formas, artes escénicas, galerías, gastronomía, productos típicos o deportes, de alguna manera está activa en la industria naranja.

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El término nació hacia 2001 de la mano de John Howkins y se usa para señalar emprendimientos creativos, es decir compañías cuyo capital son las nuevas ideas, por ello se escogió al color naranja, como sinónimo de energía, amigabilidad y energía renovadora. En algunos países vecinos desde hace varios años estas iniciativas suponen ingresos crecientes y generación de nuevos empleos, Esa es la razón por la que algunos gobiernos han comenzado a tomar en serio el concepto de la economía naranja.

Un poco más

Las empresas creativas han existido desde siempre, pero el entorno de hoy marcado por el desarrollo de los medios digitales las dota de un renovado aliento jamás antes visto. Esto supone un universo de nuevas posibilidades. Nuevos clientes, nuevos mercados y más facilidad para el intercambio de ideas. Por otra parte el acceso a internet potencia la ampliación de referencias a la hora de crear. Es en definitiva la forma de producción y generación de soluciones en la era del conocimiento abierto.

En el caso venezolano no existe ninguna política de estado, ni organismo que que formalmente adelante acciones en el desarrollo de este tipo de economía. Sin embargo a manera de experimento sociológico no organizado y espontáneo, frente a la grave crisis, proliferan iniciativas creativas de todo tipo. Las redes sociales son perfectas vitrinas que ilustran a diario emprendimientos no tradicionales de diversa índole.

El Banco Interamericano de Desarrollo afirma que en países de la región como Chile, Colombia y Perú las empresas naranja podrían conformar en una década un 7% de sus economías. En la particular realidad venezolana concurren elementos distintivos, entre ellos resalta la existencia de unos 4 millones de compatriotas diseminados por el planeta, en la gran mayoría de los casos con conocimientos académicos y destrezas que facilitan la labor de encontrar contactos en esas latitudes para emprendimientos y productos naranja con sello “Hecho en Venezuela”, apoyándose en sus coterráneos a distancia y generando los tan necesarios «ingresos no tradicionales».

En el mismo informe del BID publicado a fines de 2017 se señala los ingredientes necesarios para impulsar a su máxima capacidad la empresas naranja en busca de un gran impacto positivo en la economía. El texto expone que sus principales soportes deben ser la toma de acciones por parte de los gobiernos en el fomento de plataformas que agrupen y conecten mercados regionales creativos, financiamiento para las empresas generadoras de ideas, facilidad para el acceso a todo tipo de nuevas tecnologías y un sistema educativo que a todo nivel inste a la generación de ideas, repensando las formas tradicionales que conocemos de producir.

Más allá de la antropológica capacidad de los venezolanos de sumarse a las nuevas tendencias y un estado fallido, sin capacidad para generar vías reales de desarrollo económico, una nueva oportunidad para sumarse a las tendencias mundiales está frente a todos, por tanto vale la pena ocuparse de profundizar en el tema. Una tarea que debería llamar a escuelas, universidades, gobiernos locales, ONG´s e incluso industrias tradicionales. Las empresas naranja son una forma diferente de economía que ha llegado para quedarse y generar posibilidades infinitas.

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