El estado que alberga a Cumaná, la primogénita del continente suramericano y que lleva por nombre el de su más ilustre hijo, Antonio José de Sucre, es, contradictoriamente, uno de los más pobres de Venezuela. Y el lugar al que más fácil pueden escapar los sucrenses de sus penurias cotidianas, es Trinidad. Pero Trinidad no es el paraíso que les venden a los emigrantes. Los traficantes de personas llevan a los venezolanos con cualquier promesa de comida en abundancia, seguridad y trabajo, tres cosas que no existen en Venezuela.
Un reciente y acucioso reportaje de Nicholas Casey –con la colaboración de Nayrobis Rodríguez desde Cumaná y Prior Beharry desde Chaguaramas, Trinidad- publicado por el New York Times, desnuda la tragedia en toda su extensión. Muchas preguntas surgen del relato. Desafortunadamente, sin respuestas hasta el día de hoy. En abril, un precario bote pesquero que llevaba 38 personas más sus equipajes a bordo, se hundió dejando sólo 9 sobrevivientes. En mayo, otro pesquero con 33 pasajeros, incluyendo 3 menores, se hundió. Todos sus pasajeros fallecieron, excepto el capitán, quien escapó de las autoridades.
Los venezolanos, durante décadas, nos horrorizamos con las historias de los balseros cubanos. Al menos ellos escapaban hacia la libertad. Estos emigrantes que escapan hoy de Sucre se enfrentan a otros tipos de esclavitud. Mujeres secuestradas a quienes les retienen los pasaportes mientras pagan su viaje en un bar o un prostíbulo, niños que quién sabe a merced de quiénes quedan, hombres que son tratados como esclavos. La trata de personas es un pingüe negocio que debe incluir a la Guardia Nacional Bolivariana, funcionarios de la Capitanía de Puertos y sus aliados en Chaguaramas, del lado de Trinidad. Pero aquí en Venezuela, ¿cómo se explica que permitan embarcar a tantas personas en una embarcación cuya capacidad no llega ni a la decena? ¿Cómo dejan que salgan embarcaciones con motores defectuosos y sin suficiente gasolina? ¿Cómo es que no se consigue ni gasolina ni aceite para surtir las embarcaciones que pudieran haberlos rescatado?
El desespero que sienten esas personas por irse del pobre ex rico país es tal que hasta dispuestas a perder la vida están. No sólo es su tragedia. Es la tragedia de todo un país. Nuestra tragedia.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb