Él es Rufo, el chamo de 16 años de edad que perdió la vista en ambos ojos solo por protestar para reclamar su derecho a tener gas en su casa para poder comer. Hoy se encuentra recuperándose de alrededor de 30 perdigonazos que recibió de manos de algunos animales que responden a órdenes asesinas de desgraciarle la vida a seres inocentes como él, con el propósito de permitir que sus jefes sigan desangrando a la nación.
Cuando veo a Rufo en estas condiciones, no solo pienso en el dolor de su familia, en la impotencia que causa ver cómo le echan a perder todo un futuro a un ser humano que merece mil oportunidades para salir adelante, pero que por el contrario es condenado a una discapacidad física; ni hablar de lo que me viene a la mente respecto a los malnacidos responsables que le ocasionaron este gravísimo daño; sino que también pienso en todas esas personas que han decidido tirar la toalla en la lucha contra este tipo de desgracias.
¿Cómo puede estar tranquila la conciencia de quienes ven esto y deciden mirar a un lado para continuar con esta pantomima de “normalidad”?. Me pregunto: ¿no ha sido suficiente la dura lección de vida que hemos recibido en 20 años?. Parece que no hemos entendido que no hay manera de que alguien salga ileso de esta tragedia.
Hace muchos años escuchábamos frases profundamente egoístas como “a mi no me importa la política porque si yo no trabajo, no como”. Y aunque hoy nadie se atreve a repetirla porque muchos se han dado cuenta que ni trabajando a lomo partido se puede surgir y crecer en Venezuela, siguen habiendo muchas personas que deciden priorizar sus vanidades y su interés individual por encima de la estabilidad de su entorno.
¡Que nadie me malinterprete! Yo no quiero ni pretendo que usted ni nadie abandone su lucha por sus metas personales para dedicarse a lograr nada por los demás. Pero sí reclamo, como un ciudadano que ha entregado su vida a luchar para que tragedias como la de Rufo no se repitan, que no nos olvidemos de que además de trabajar por sí mismo y por su familia, de compartir tiempo con amigos, salir, viajar y llevar una vida normal, también debemos aportar, en mayor medida, a lograr recuperar lo que realmente puede garantizarnos vivir con normalidad: la Libertad y la Paz.
Rufo perdió sus ojos el mismo día en que quizás muchos de nosotros estábamos sentados en un restaurante comiendo; el mismo día en que saliste a un local a bailar hasta la madrugada; ese día en que Rufo quedó ciego, estábamos viendo algún juego de la Copa América, cosa que por cierto, él no podrá volver a hacer más nunca. Y, de nuevo, no pido que no hagamos nada de esto, solo pido que cuando no estemos viviendo nuestra vida normal, dediquemos aunque sea una pequeña parte de nuestro tiempo a apoyar a quienes hoy están entregando su vida por ti y tu familia, para que no tengamos que seguir despidiendo familiares que se van a otro país buscando esa normalidad que lamentablemente ellos no lograron conseguir.
No necesariamente tienes que ir a perder tus dos ojos a punta de perdigones en una protesta, ni a exponer tu integridad o tu libertad en la calle. Hay muchas maneras de ser parte de la solución y no del problema. Todavía existen muchas personas que cada día seguimos dedicados en cuerpo y alma a organizar, sumar, crecer y fortalecer la corriente social, política y ciudadana que va a lograr cambiar el destino de este país. Ustedes también pueden colaborar a que eso se logre. En ese sentido, todos podemos ser útiles, de algo servimos o algo podremos poner sobre la mesa para hacer cada vez más grande ese movimiento libertario.
¡No busquemos excusas! Dejemos de señalar culpables de que estemos como estamos. No caigamos en la tontería de repetir o creer informaciones infundadas cuyo único objetivo es y será siempre precisamente ese: generar en nosotros la desmotivación y el desánimo que no permitan que transformemos ese dolor y esa rabia en acción.
Cualquier pequeño y gran error político de quienes lideran esta causa común de rescatar el país, termina siendo la excusa perfecta para no hacer nada por nosotros mismos, por nuestro propio futuro o el de tus hijos.
Finalmente, apelo al espíritu solidario y fraternal de cada venezolano. Recurro al valor humano de cada habitante de este país. Pero sobre todo, le hablo al guerrero y luchador ciudadano que ha tenido que sortear todo tipo de obstáculos para poder seguir adelante en este oscuro camino, lleno de calamidades, adversidades y vicisitudes, para poder garantizar el alimento de sus hijos y su familia, para sobrevivir con un salario que no alcanza para lo básico; o para continuar con su empresa en un mercado en el que es imposible sobrevivir. A todos y cada uno de ustedes, les recuerdo que dejar el destino en manos de valientes como Rufo quizás no sea suficiente. Tu futuro y el mío hoy nos pide a todos que juntos lo construyamos. No sigamos indolentes y fríos ante las tragedias como la de Rufo. Vamos a acabar con este dolor para que podamos conseguir nuestra felicidad.
Miguel Peña
@MiguelPenaPJ