#OPINIÓN Por la puerta del sol (40): El adiós de un amigo #6Jul

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A Rafael Gonzales Bernal (Gonzalito) (QEPD)

“Un mundo, lo he vivido, muchos años han pasado, mil recuerdos van quedando, he querido, me han querido, se van yendo los amigos” (Rafael González)

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-94 años vividos a todo tren son ganancia-

El cóndor alcanzó su plenitud, aprendió a dominar las alturas, recogió sus alas terrenas y voló, voló y voló, desplegando su espíritu en medio de la tranquilidad armónica, feliz y plena de la eternidad donde los sueños no son una esperanza inútil ni tiene barrotes la libertad.

Amigo: Cuando el crepúsculo se marchaba en la tarde de azul vestidura, del día en que partiste, por donde pasaba tu canoa rumbo al infinito mar, millones de estrellas florecían sobre el agua. Se fue la madrugada y se fue la tarde del 18 de Junio de 2019 con tu nombre colgado al crepúsculo. A medida que oscurecía a la distancia apareció una luciérnaga para alumbrarte el camino, hasta el humilde animal recordaba que pedaleabas en tu tiempo fresco muy de madrugada y tus pasos alumbraban sus humildes luces en la  maratónica carrera ciclística, rumbo a Santa Rosa, como tantas veces lo hiciste en homenaje cada 14 de Enero a la Divina Pastora.

Tu ausencia nos deja en el corazón grabado el rumor de tantas alegrías, tu optimismo, tu rebeldía contra la injusticia, tus ganados trofeos en las competencias, tus risotadas, tu sabiduría, tu memoria de elefante, tu abrazo de amigo y el  amor a la familia. Acá abajo se queda tu Venezuela, tu Barquisimeto, tu Duaca natal, Graciela, tu familia, tus poemas, tus júbilos y nosotros tus amigos.

Hay fiesta en el cielo a tu llegada, regueros de gente que te quiso: Otto Segovia, Rafael Uzcanga, Napoleón Arriechi, tus amigos y  grandes contrincantes en el ciclismo, por eso estuvo la madrugada del 18 tan cargada de luceros.

Nadie sabe el momento ni la hora, la vida sigue y con ella hay que seguir. Después de un ajetreado día llega la noche, mientras el músculo descansa el día prepara sus llamaradas.

Cada día para muchos, sus ilusiones son un lento naufragio, un crujir de huesos que sostienen el peso de la vida, a cada paso aparece la amarga telaraña del hastío, cicatrices que se abren, la vida se les convierte en imposibles como si cada día lo oscuro y tenebroso esparciera  temores sobre el camino de quienes ya no tienen fe,  agrios son sus  instantes de no saber qué hacer en momentos de duda y de terror.

Gonzalito siempre tuvo fe, esa que brota día a día dentro del corazón, sabía que la vejez es una realidad que hay que vivir lo mejor posible, que está a la vuelta de la esquina, a la vuelta de los años, para muchos más dura que la misma muerte, para Gonzalito el dulce descanso de los años trabajados.  Su vida fue valiosa, aunque no volvió a ver los arrecifes, sobre las rocas del mar dejó allí un reguero de vivencias guardadas, se llevó los sueños del Simbad que quiso abordar un navío en su juventud, para navegar libre sobre mares de ensueño y gotas de rocío.

El tiempo, el ciclismo, el trabajo, sus deberes, sus ratos de ocio en el círculo con sus amigos y el dominó lo entretuvieron demasiado, como también sus enfermedades y la preocupación de ver perderse la patria entre las borrascas de la sinrazón. Pero le llegó la hora que no espera y se fue su espíritu a reunir luceros para hacer con su brillantez celestial, la hermosa corona que no pudo poner en vida sobre las sienes de su amada Venezuela.

Aquí queda mi homenaje dedicado a Rafael Gonzales Bernal, para el recuerdo de quienes lo apreciamos y quisimos, para sus nietos, hijas, esposa y familia que lo extrañaremos sonrientes, siempre sonrientes ante el recuerdo de un hombre ejemplar, ilustre ser humano que fue feliz con lo poco o mucho que Dios le otorgara. También dejo para el recuerdo el último poema de su autoría que puso en mis manos un viernes 30 de Enero del 2015.

Ocaso

Adiós luz que orientas mi destino,

Adiós luces gigantes del camino

Que cuan faro titilante en gran plegaria

Te ocultas lentamente en la colina.

Cuando tú te vas

Las nubes se adornan de un rojo escarlata,

El cielo, los montes y la tarde gris

Se visten de plata.

Qué importa que tú te vayas de tarde

Mañana temprano vuelves a salir,

Y así va la vida y así va el destino

Brillante hoy la ruta,

Más tarde oscurecida la vía del camino.

Adiós Gonzalito, tu cosecha rebosa abundantes y dulcísimos son sus  frutos, vete feliz  a donde todo es posible, donde no existe la esclavitud ni los sueños son una quimera.

Descansa en paz. Gracias por la amistad. Ánimo familia.

Amanda Niño de Victoria

[email protected]

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