Cuando hablamos de fortaleza, estamos hablando de aquello que nos da fuerza para seguir adelante. Aquello que nos da la sabiduría para afrontar desafíos, crisis, vencerlos y avanzar. Aquello, que nos mantiene firmes mientras nos azota un vendaval de problemas y esa fortaleza la encontramos en la oración.
Si, allí en la oración está la fortaleza del cristiano. Y el Señor Dios lo promete «Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón» » (Jer. 29: 1) La oración es entonces el aliento del alma. Es el castillo fuerte donde puedes refugiarte todas las veces que lo necesites. Es el remanso que riega tu alma en medio de cualquier tempestad que azote la vida. Allí, si quieres, vas a encontrarte con nuestro Señor Jesucristo quien está todo ojo y todo oído para atenderte. “La oración es el acto de conversar con Dios como un amigo”. Donde puedes decirle todas las cosas que quieras. Incluso, hacerle el reclamo que puedas guardar en tu corazón. Pero debes confiar plenamente que él está allí.
Hace algún tiempo se me acercó un amigo y me comentó que no sentía ganas de orar. Que tenía molestia con Dios por cuanto no le encontraba. Que juntaba sus manos y cerraba los ojos, sentado por las noches a orilla de su cama y no le salían palabras. No le provocaba, por lo cual dejaba de hacerlo. Entonces, le recomendé que le dijera eso a Dios. Que así como me lo estaba conversando a mí, tal cual lo hiciera con Dios todas las veces que pudiera. Se quedó pensativo. Y me dijo que así lo haría. Mi amigo comenzó a sentirse mejor. Me dijo que las cosas no se daban como quería pero que se sentía mejor.
Pero el hombre no debe ver la oración como el instrumento que le va a resolver sus problemas familiares, sociales, económico y hasta políticos ¡NO!. La oración no obra como un acto de magia, pero si te allega a un encuentro íntimo y personal más profundo con nuestro Señor y si es su voluntad obrará en favor a tu petición. Además, la actitud debe ser la de un corazón anhelante. Ansioso de ser oído. Debe llevar el sello de la necesidad y convertirse en un deseo ferviente y suplicante ante la majestad divina. Dios necesita saber que realmente le requieres.
“Se necesita la oración diligentísima, ferventísima, agonizante; una oración como la que ofreció David cuando exclamó:» «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía». » «Yo he anhelado tus mandamientos». «He deseado tu salvación». «Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.» «Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo «tiempo» (Sal. 42: l; 119: 409, 174; 84:2; 119: 20). Este es el espíritu de la oración de lucha, como lo tenía el salmista real. . .” Elena de White.
¿Por qué acotamos con fuerza que esa debe ser la actitud? Por cuanto muchos, son quienes tienen la oración como un simple amuleto de la suerte. O caemos en la tentación de asumir actitudes como estas “Vamos a orar rapidito”. “Una oración cortica por favor”. “Dios sabe lo que yo estoy pensando”. Y eso, es inaceptable para Dios. El mismo Señor hace la referencia. “Y no clamaron a mí con su corazón…” Oseas7:14. “La falsedad del pueblo se manifestaba tanto en sus obras como en sus palabras, pues si en realidad recurrían a Dios pidiéndole ayuda lo hacían con insinceridad. El clamor de Israel ante Dios no emanaba del corazón…El verdadero arrepentimiento es motivado no por el temor al castigo del pecado, sino por el deseo de liberación de su gran pecaminosidad” Diccionario Bíblico Adventista. Hasta la semana próxima por la WEB Dios mediante.
Próximo artículo. “Aliento del alma”…
William Amaro Gutiérrez