Barquisimeto, 26 de junio del 2019.
El pasado 16 del mes en curso, nos sorprendió la triste noticia de la partida física del amigo Pablo Chiossone; un larense integral, tatuado por distintas condiciones humanas: familiares, amistosas, profesionales, socioculturales y artísticas. Muy vinculado aparte de lo jurídico-académico profesional, a cultivadas expresiones del arte: música, teatro, danza y ballet. Pero sobre todos estos atributos, Pablo Chiossone fue un ser humano de una nobleza esencial que marco siempre su tránsito terrenal, compartido por más de 57 años de vida con nuestra muy querida Yuyita, Juana Inés y Pablo Ernesto, con quien, inequívocamente, debe estar celebrando su reencuentro celestial. Compartió con una pléyade de amigos que siempre le estimamos merecidamente en todas sus bondades terrenales.
Vocacionalmente Pablo Chiossone desarrolló dos nexos profesionales con alto desempeño gestionario: el académico-pedagógico y el jurídico-institucional. En el campo de las ciencias pedagógicas, recorrió con indiscutible éxito, desde sus cátedras humanísticas, filosóficas y de idiomas en el Lisandro Alvarado y en otros institutos de la cuidad y su posterior avance en la educación superior hasta la cúspide universitaria del decanato de ciencias políticas y jurídicas de nuestra universidad privada Fermín Toro.
Asumió con el mismo rigor profesional su labor jurídico-institucional e igualmente encumbró, por la prístina vía de sus credenciales profesionales, a la no fácil posición de juez superior del estado, función que realizo con inequívoco acierto y con gran equilibrio institucional-ciudadano.
Esos nobles desempeños los ejerció, no solo con el disciplinado ejercicio de innovación y mejoras continuas en sus profesiones, sino además, con un inequívoco sentido del equilibrio en sus ejecutorias y con una sensibilidad humana de la que hizo gala consuetudinariamente.
Por lo que a mi núcleo familiar respecta y muy especialmente con mi hija Blanca Omaira, tuvimos el privilegio y la responsabilidad amistosa-familiar y ciudadana de compartir con la noble familia de Pablo, Yuyita y sus hijos, la crianza artística de la hija, quien, desde muy temprana edad, contó con el padrinazgo cultural artístico y fraterno-amistoso de Pablo y Yuyita; distinción que la propia Blanca Omaira ha correspondido con creciente afecto de hija a padres. Nuestro eterno agradecimiento a estos dos extraordinarios seres por ese feliz amor compartido.
En fin, sin duda alguna, puede afirmarse que Lara y Barquisimeto en especial, pierde con la ausencia física de Pablo Chiossone un pulcro pilar de alta cuota cívico-ciudadana y obviamente, un significativo icono de la ciudad.
Paz a su alma…
Omar Yajure