Escribía el artículo de la semana, … ¿y el tema? … el Hombre Nuevo…
Cuando la noticia del asesinato del capitán Rafael Acosta Arévalo rompió los frágiles cristales de la tranquilidad ciudadana del venezolano todo. Y cuando decimos que “rompió al venezolano todo”, es todo.
Todos lloramos la muerte de este venezolano, decimos todos porque incluso la mayoría de quienes se declaran chavistas como posición de pensamiento no están de acuerdo con la muerte mediante tortura a ningún ser humano. Vamos mucho más allá, esto tiene que causar el amargo dolor con sabor a llanto que le provoca Hitler al globo civilizado con su genocidio. Del “todos” que se describe sólo están excluidos, seguro, ese pequeño grupo de sujetos armados y/o con guardaespaldas que detenta ilegítimamente el poder político en este expaís.
El Hombre Nuevo no es la víctima que murió por la salvaje tortura, no, en este caso es el dueño del puño revolucionario que golpeó hasta matar a este joven militar. El Hombre Nuevo no es la joven esposa del militar, ¡NO!, es el militar del Gobierno Bolivariano que dio la orden de torturar hasta matar.
Es que el Hombre Nuevo no mata con el uso de la tortura, dicen ellos que ese golpear no es tortura, ja.
Recuérdese que algún oscuro personaje del sexo femenino, que ocupó el cargo nada más y nada menos que de Defensora del Pueblo, se le ocurrió la novedosa idea: “no es tortura cuando se castiga físicamente a un ciudadano sin el objeto que confiese algo”, “que el término «tortura» implica que quien la realiza quiere obligar a la víctima a dar una confesión…”
De esta revolucionaria idea se concluye, uno, no es necesario golpear cuando las pruebas para inculpar al reo ya están fabricadas, y el juez es también un revolucionario bolivariano puesto ahí por el Partido para eso, para ver lo que no es; y dos, como el golpear para la confesión no es necesario, se tolera que el revolucionario que golpea, -que no tortura-, lo haga por el puro placer. O bien lo hagan por venganza, disque porque sus ancestros fueron torturados en la mal llamada Cuarta República… Este es el Hombre Nuevo.
Los hechos del asesinato del capitán Rafael Acosta Arévalo no dan lugar a elucubraciones, invenciones, fantasías, imaginaciones o ficción alguna, no, todo está completamente claro. El ciudadano estaba en manos de un organismo policial del Gobierno Bolivariano y murió a causa de la tortura, o más bien, corrijo: El ciudadano estaba en manos de un organismo policial del Gobierno Bolivariano y murió a causa de la salvaje golpiza. Este es el Hombre Nuevo.
La novedad de este hecho, de allí el adjetivo Nuevo, es que se incluye una novedad, -y valga la redundancia de la novedad-, y es que diferente al asesinato del concejal Albán, que dejaron y promovieron la posibilidad remota de un suicidio, en este caso lo presentaron ante el mundo, ante un tribunal penal, sin ninguna careta. Gritaron ante las televisoras:
¡Este escuálido estaba en nuestras manos y lo golpeamos hasta matarlo!
Con claro lenguaje han dicho:
-Para quien lo dude mire con sus propios ojos, oigan como susurra con la voz apagada por la tortura: ¡auxilio! ¡Ustedes están en nuestras manos!
Este es el Hombre Nuevo.
(Vale este paréntesis de dolor, Tamara Suju, abogada y defensora de los derechos humanos denunció a través de su cuenta en Twitter que cuando Acosta Arévalo llegó al juzgado, presentaba signos de tortura. “No hablaba, sólo pedía auxilio a su abogado. No entendía ni escuchaba bien”).
Este Hombre Nuevo no es tan nuevo, como categoría de análisis nació por allá hace cien años en la extinta Unión Soviética, sobrevive en pocos lugares del mundo, en las monarquías comunistas de Cuba, Corea del Norte y en esta exrepública. Y en algunos cerebros calenturientos y apolillados que se reúnen en un conciliábulo llamado Grupo de Río, los Kitchner, Los Chávez, los Castro, los Lula, entre ellos…
Eduardo López Sandoval