#OPINIÓN Por la puerta del sol (38): Alma de artista #22Jun

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Ivette es un artista que aunque no fue profeta en su tierra, hoy Holanda le brinda la oportunidad de enseñar lo magnífico de su arte libre, aplaude la calidad indiscutible de sus obras pasteleras dignas del mejor de los artistas. La originalidad y técnicas personales aplicadas en cada creación le han abierto las puertas de un público exigente, reconocedor de la delicia, finura y originalidad de obras que son suyas, solo suyas.

Solo el genio es capaz de volcar en sus obras lo diferente, lo espectacular, lo único y original, solo él puede sacar de dentro de su habilidad el fuego que lleva en el alma, la luz de una idea o de un sueño al que una vez empieza le da vida. El mundo está lleno de artistas que no necesitan figurar en el solio de los famosos para hacer obras grandes.

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En la viña del Señor hay de todo, artistas cuyas obras son más imponentes que las de otros, hay los más simples, los más osados, algunos prefieren las oscuridades en el trabajo, otros buscan la luz, realizan esa obra engendrada en la imaginación que va creciendo hasta que la dan a luz, otros aplican la mirada silenciosa del buen observador. Todas las expresiones y sentir de los artistas se nota en sus obras.

El don de quien poco a poco se va convirtiendo en experto está en que va aprendiendo y tomando nota de artistas, de escuelas y de libros, aplican lo que más les gusta de toda esa observación, sacan a flote lo que bulle dentro de ellos  hasta obtener su propio estilo personal. A pesar de no sentir el público la pasión del artista, su crítica y sugerencias puede ayudarle a ir más allá de sus creaciones, a variar a ser único en cada trabajo realizado. En las obras se puede  aprecia su gran sensibilidad, lo inédito y fuente de sus inspiraciones.

La calidad de las obras de un experto en repostería radica en su interior, en su sabor, la belleza en el ropaje externo. Para un artista de verdad crear es su religión, es como rezar, porque hacer arte va mucho más allá de lo que ven los ojos, es una devoción, es amar lo que se hace, es pasarse la vida entera trabajando sin descanso, entregado íntegramente a lo que inventa. Para el maestro llámese pintor, músico, escritor, poeta, chef o pastelero, nada puede dejarse pendiente, todo debe ser de primera calidad para que la obra sea perfecta.

Los estilos varían de un artista a otro igual que las técnicas empleadas, el irrefutable testimonio de sus obras no necesita someterse a una etiqueta o chequeo de calidad, el resultado de estas  hablan por sí solas.

Artistas hay cuya afición a la figura humana, a los paisajes y al arte geométrico son fuente inagotable de su inspiración. Pintores, pasteleros, chefs, diseñadores, músicos, escritores, novelistas, arquitectos, escultores, poetas etc. construyen cada día lo que viven, sus experiencias y sueños. El artista pinta lo que ve, lo que oye y siente sobre su piel y sobre su corazón. Hace magia cuando pinta el esplendor de las estaciones, de la infancia, la juventud y hasta el mismo deterioro que va dejando el tiempo sobre el hombre,  son capaces de llevar a sus obras la irreprimible fealdad que queda después de la belleza, exponen la felicidad, lo sublime, la alegría, lo macabro y las realidades de la vida. 

Lo irregular o falto de escuela obliga el autodidacta a resolver a su modo los problemas que encuentra, aplicando un estilo que no se parece a ninguno de los que se forjan bajo la  norma de una escuela, esto constituye el rasgo de su originalidad. La originalidad e independencia son cualidades que se correlacionan. Si la obra cualquiera sea de quien la ejecuta no llega a ser famosa, al menos siempre será su creación, su sueño, su trabajo, lo ideó él o ella, es suyo únicamente, no se lo debe a nadie.

Cada artista  busca su camino, su paisaje, su concepción personal de lo que es el arte. El arte libre de quien no se somete a normas es lo  que lo salva de ser un artista hábil pero sin tener nada nuevo para hacer, el toque mágico que pone en sus  creaciones se agiganta a medida que avanza en la fabricación de sus obras y en su empeño de perfeccionarlas. Porque el placer de hacer algo nuevo no tiene precio ni la oportunidad espera cuando hay tanto bullendo dentro de una mente libre, evolucionada y creativa como la de Ivette Victoria cuya calidad, misterio y belleza de sus trabajos pasteleros no tienen comparación.

Amanda Niño de Victoria

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