“Nacer de nuevo”. Eso fue lo que Jesucristo le dijo a Nicodemo, aquel Maestro de la Ley, que quería aprender del verdadero “Maestro”. Y una noche que lo fue a ver en secreto, recibió esa enseñanza de Jesús: “El que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios … Por eso no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba” (Jn. 3, 3-7).
Y ¿qué es nacer de nuevo, de arriba? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles (cfr. Hech. 2, 1-11 y 5, 17-41). Al comienzo eran torpes para entender las enseñanzas de Jesús. También eran débiles en su fe, buscaban figurar en los primeros puestos, eran envidiosos entre ellos. Además, tenían muchísimo miedo de que los ubicaran como seguidores de Jesús, no fuera que corrieran su misma suerte.
Pero luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor con un poder de comunicación especial que les dio el Espíritu Santo. En el idioma que fuera necesario, llamaban a todos -judíos y extranjeros- a la conversión. A los que creían en el mensaje de Jesucristo Salvador, los iban bautizando. Y esto sin miedo a que los persiguieran. Cuando les prohibían predicar, no hacían caso. De hecho, a algunos los apresaron y salieron de la cárcel milagrosamente. Así empezaron a formar nuevos discípulos y comunidades de cristianos. Además, se ocupaban de asistir a los necesitados.
Los torpes de antes comienzan a actuar con la Sabiduría de Dios. Los envidiosos de antes asumen cada uno el lugar que le corresponde en la Iglesia de Cristo. Los temerosos de antes sufren persecuciones y llegan incluso hasta el martirio.
A nosotros nos toca hacer algo también, porque estamos a riesgo de perder hasta la misma civilización. ¿Nos damos cuenta de las ideas nocivas y hasta irracionales que están siendo inyectadas a la cultura? Por ejemplo: las nuevas concepciones de pareja humana y de familia ¿serán racionales?
Para que nuestra generación no pierda la fe y hasta la misma racionalidad, debemos “volver a nacer” de lo alto, nacer del Espíritu Santo.
Pero … ¿cómo nacer del Espíritu Santo? Los Apóstoles perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús. (cf. Hech. 1, 14). Y el Espíritu Santo llegó en Pentecostés. (Hech. 2, 1-11). El secreto es la oración, la oración con la Santísima Virgen María.
Así “seremos bautizados en el Espíritu Santo”, y seremos guiados por El para defender a Dios, la Iglesia, la civilización, la fe y la razón misma. Que así sea.
Isabel Vidal de Tenreiro
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